𝐕𝐈

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— Podrían alimentarnos si quisieran. En su lugar, suben cuchillos y tenedores.

— ¿Entonces qué, somos ratas de laboratorio? —cuestionó el joven con mofa.

— Ixan, no saldremos de aquí hasta cumplir con sus propósitos.

— ¿Quieres que me alimente del anciano para comprobar tu teoría? —Leyah inició a irritarse. El joven no tomaba sus palabras con seriedad.

— Al menos, estoy pensando en salir de aquí.

Ixan al notar el tono alterado de Leyah, cambió su semblante. — ¿Cómo podemos saber si tu creencia caníbal es certera? —la chica suspiró. No tenía ni idea.

Volvió a la esquina y acarició el cabello de la niña rubia.

— Leyah, despierta — pronunció Ixan al sacudirla. Leyah abrió los ojos con lentitud y contempló al joven. Quizás lo observó más tiempo del debido.

La luz de la habitación ahora era de color rojo. El corazón de Leyah inició a palpitar fuertemente.

— ¿Cuánto tiempo lleva así?

— No lo sé. Diez minutos, tal vez.

— ¿Dónde está Kacey? —cuestionó Leyah con preocupación.

— ¿Cómo lo sabría? Siempre está a tu lado.

Leyah examinó toda la habitación. Era difícil de ver con esa iluminación, pero logró encontrar a la niña del otro lado de la sala.
Se puso de pie y caminó. No sabía cómo esas botellas con agua, de cada dos días, la mantenían viva. Fuerza de voluntad, pensó.
Tomó por los hombros a la niña, pero cuando la giró se dio cuenta de que no era Kacey.

La niñita que tenía enfrente, era más alta que Kacey y de pequeños ojos.
El sufrimiento se caló en el pecho de Leyah. Rebuscó una vez más, pero no podía encontrarla.

— Todo estará bien, Leyah.

— ¡¿No estabas despierto cuando sucedió todo esto?! —exclamó Leyah. Pasaba las manos por su rostro constantemente.

— Desperté por el revuelo.

— Es solo una niña...

Leyah se inclinó en la pared y se dejó deslizar hasta el suelo.
Se sorprendió del afecto que le tenía a la niña. Quizá el hecho de que estuviera lejos de su madre, había influido en ello.

Ixan se dejó caer a su lado. Sus piernas se rozaban. Se preguntó que edad podría tener ese joven y qué era de su vida antes de esto. Luego, se sintió culpable por pensar en él y no en continuar buscando a Kacey. Eso la llevó a darse cuenta de que, no había inspeccionado los cubículos.
El sentimiento de sufrimiento fue reemplazado por esperanza. Leyah se puso de pie una vez más y al llegar, atravesó el umbral de la división.

Lo único que separaba a cada cubículo era un muro de hierro. No lo pensó demasiado y observó el primero. No estaba allí, pero aún faltaban dos.
Miró el seguiente, e ignoró la decepción al no ver a la niña.
Se detuvo, respiró y observó el último cubículo.

El consuelo invadió a Leyah al divisar a Kacey a un lado del retrete.
Se inclinó y permitió que sus brazos envolvieran a la niña.

— ¿Qué estás haciendo aquí, Kacey?

— Es malo.

— ¿Qué es malo?

— Rojo, es peligro.

— ¿Te asusta? —la niña asintió— No debes de huir si te asusta algo, debes de enfrentarlo. Solo así dejará de asustarte.

— ¿Enfrentarlo? —cuestionó con lágrimas en los ojos.

Leyah iba a decir algo más, pero Kacey se puso de pie y tomó su mano.
Salían de los cubículos cuando chocaron con Ixan, quién caminaba apresurado.

— Estaba aquí —mencionó al mirar a la niña.

— ¿Por qué caminabas con tanta prisa? —interrogó Leyah.

— Tienes que observar esto.


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