— Te pareces a mi nieta —Leyah sonrió—. De cabello negro y linda sonrisa.
— ¿Cuál es su nombre?
— Margarita. Desde su nacimiento fue hermosa.
— Cuando salgamos de aquí, me gustaría conocerla —la abuela sonrió y acarició el cabello de Leyah.
Recordar eso le estrujó el corazón. Verla frente a ella, aún más.
La abuela la siguió y la pared se cerró tras ella. Le entregó las píldoras y un vaso con agua. Ixan se mantuvo fuera de las paredes.
— Lo siento —susurró Leyah. La abuela tomó sus manos y las acarició.
— No tienes nada de que disculparte. Espero que logres salir de aquí —fue lo último que pronunció y tomó las píldoras.
Leyah abrió la pared de metal e Ixan la atravesó. Atrapó a la anciana antes de que cayera al suelo.
— ¿Puedes encargarte tú? —el pelinegro asintió.
— Te avisaré para servir los platos.
***
— Leyah —dijo el joven al deslizar la pared.
Se levantó del suelo y se adentró en la cocina. Leyah observó el vapor salir de la olla. Ixan tomó un cucharón e inició a verter el caldo en los tazones.
— Es sopa —murmuró Leyah.
— Se me ocurrió. Su piel es… Su sabor cambiará con el caldo —¿Arrugada? ¿Vieja? No supo muy bien lo que quería decir pero asintió—. Pedí los tazones y esperé. La plataforma subió enseguida.
— Las paredes tienen oídos —fue lo único que dijo y empezó a servir la sopa.
No tenía apetito pero se esforzó por comer. Observaba las pocas personas que quedaban. El grupo que se había mantenido fuera de la elección, había muerto. Lo único bueno de eso era que no volvería a escuchar la voz del anciano. Leyah sacudió la cabeza y comió un trozo de carne.
Hasta ahora, había tenido suerte de no haber tomado el papel con su nombre. Ixan terminó de comer y recogió los platos de las cuatro personas. Haría lo mismo con el plato de Leyah, pero se puso de pie y lo siguió a la cocina.
— Pareces algo pensativa —Leyah no respondió y continuó lavando su plato—. ¿Qué sucede?
— Mi nombre o el tuyo podrían salir en el papel.
— ¿Pensando de nuevo en lo mismo?
— ¿Por qué no te preocupa morir?
— No me quemaré la cabeza pensando en eso. Deberías de hacer lo mismo.
— Como si fuera tan sencillo.
— Leyah —dejó de lavar los platos y cubrió las manos de la pelinegra con las suyas—. Tengo miedo. Tengo miedo como tú, pero ¿crees que teniendo miedo lograremos algo? —Leyah bajó la mirada a sus zapatos.
Ixan colocó un mechón de su corto cabello tras su oreja y besó su frente. Leyah observó sus ojos negros y luego, sus labios. Ixan tragó y llevó su mano a la mejilla de Leyah. Ella dejó su temor de lado y se permitió sentir la calidez del chico. Lo besó, llenó su cabello de agua al estrujarlo y recorrió sus brazos. Sus cuerpos chocaron contra la mesa, así que Ixan la tomó por la cintura y la subió sobre ella.
Leyah se separó de Ixan y miró su alrededor, esta vez no había ningún cadáver en el suelo. Lo besó de nuevo y tiró del borde de su camisa. Acarició su piel bronceada. Ixan sonrió y deslizó la chaqueta de Leyah, luego los tirantes resbalaron por sus hombros. Desabrochó el sostén y lo lanzó al suelo. Se besaron con fervor, pegando sus pechos.
De repente olvidaron la situación en la que estaban. Solo dejaron fluir sus emociones, sin importar que alguien golpeara la puerta.
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Caníbales por elección
Mystery / Thriller¿Qué harías si despiertas en una habitación con 49 personas? Leyah no recuerda el como llegó a ese lugar. Era frío y sus paredes metálicas la hacían sentirse dentro de una jaula. La carencia de alimento hacía que el hambre se transformara en un ab...