𝐈𝐗

789 76 1
                                    

— ¿Estás segura?

— Sí —declaró Leyah. Aunque era completamente falso.

— Será complicado comunicarles nuestra “elección” a los demás.

— Lo sé, Ixan —pronunció Leyah suspirando.

— Yo les diré, si así lo prefieres.

— No, puedo hacerlo. Solo necesito unos minutos.

Leyah inhaló y exhaló repetidas veces. Apaciguando la ansiedad que recorría su cuerpo. Se puso de pie entre tambaleos y un dolor mortifero de cabeza.

Abrió la boca, pero no dijo nada. Dirigió la vista hacia Ixan y él le asintió de manera reconfortante.

— ¡Despierten todos, por favor! —exclamó y esperó a que todos lo hubieran hecho— Sé, que a muchos de ustedes no les agradará lo que tengo que decir. Por eso debo de aclarar que respetaremos a los que no estén de acuerdo —mencionó y echó un vistazo a Ixan.

— ¡Habla de una vez! —gritó el anciano calvo.

— Como ya saben, nos aislaron aquí para seguir nuestras conductas y observar como nos desenvolvemos en un entorno sin alimento —Leyah se detuvo y tomó aire—. La única forma de salir de aquí es alimentándonos de carne humana.

Leyah apenas hubo terminado la frase, cuando la sala entera explotó en gritos y llantos. La joven observó a Ixan y ambos esperaron a que los demás procesaran la información.

— ¡Necesito saber quién está de acuerdo! Los que lo están, ubíquesen del lado derecho. Los que no, al lado contrario.

Dubitativos, empezaron a seguir las órdenes. Veinte personas estaban del lado derecho; adolescentes y algunos adultos, estaban de acuerdo. En la izquierda, habían veintiocho personas; niños, ancianos y los adultos restantes.

— Último aviso, ¿están seguros de su elección?

Cinco personas de la izquierda, se cambiaron de bando. Entre ellas, la abuela, lo cual sorprendió a Leyah.
El anciano, por supuesto, se mantuvo con las personas que estaban en desacuerdo.

— ¿Y ahora qué? —interrogó Ziana. La chica se cruzó de brazos y se inclinó sobre la pared tras de ella.

Ahora lo más difícil.

— Supongo que no habrán voluntarios, así que… un sorteo. Ixan, ¿alguna otra idea?

— Lo que decidas, Leyah.

— ¿Es una decisión unánime? —preguntó Leyah a las veinticinco personas. Se miraron unas a otras, pero asintieron.

— Ahora, ¡Todos descansen! Iniciaremos al despertar! —exclamó la joven, esperando que quién o quiénes estuvieran detrás de esto, les brindaran lo necesario.

***

Un sonido metálico hizo que Leyah despertara. Con los párpados pesados trató de mirar hacia el origen del sonido.

— Ixan —susurró—. Ixan.

— ¿Qué? —cuestionó somnoliento.

— La pared… La pared se está moviendo.

Ixan se reincorporó con ayuda de sus codos y observó con atención a la pared desplazándose.

— No puede ser —declaró Leyah, estupefacta.

— Sí puede ser — expresó el joven poniéndose de pie.

Sintió el hambre más que nunca pero, trató de ignorarlo.
Observó el comedor que se ocultaba tras la pared y sobre una mesa de madera, cincuenta botellas de agua.

Caníbales por elección Donde viven las historias. Descúbrelo ahora