𝐗𝐗𝐈𝐈

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Luchaba contra sus pesados párpados y la cabeza le daba vueltas. La habitación parecía moverse y trataba de reajustar su vista pestañeando. Un vaso con agua estaba en la mesita de noche. Levantó la mirada y se encontró con Ixan. Los mechones se resbalaban por su frente. Tenía los brazos cruzados y la cabeza reclinada sobre la pared. Leyah tomó un sorbo de agua e Ixan despertó ante el mínimo ruido.

- Toma más y descansa. Son los efectos secundarios.

¿Efectos sec...?

Observó de nuevo la mesita de noche. Sobre una bandeja había una jeringa.
Se impulsó con los codos para sentarse y arrugó la sábana en puños. Los recuerdos estaban abrumándola. Su cabeza no dejaba de doler.

- No te esfuerces en recordar. Dolerá aún más.

- Dije... dije que no quería la inyección -murmuró Leyah. Colocando el vaso sobre la mesa.

- Lo siento. Era el único modo -sostuvo su cabeza con ambas manos y soltó un grito de dolor-. Leyah... los recuerdos regresarán por sí solos, detente.

Al final, tuvo que hacerlo. Sintió que su cabeza iba a explotar si seguía esforzándose en recordar. Terminó de beber el agua e Ixan acomodó la almohada bajo su cabeza.

- Así que ya nos conocíamos -Ixan sonrió.

- ¿Lo recuerdas? Suele tardar algunas horas.

- Creo que soñé con ello. Tengo recuerdos vagos sobre un café, música y tus ojos.

- Leyah...

- Ixan. Necesito... descansar -expresó Leyah. En excusa para evitarlo.

- Claro -dijo levantándose de la silla-. Hablaremos en la tarde -y salió de la habitación.

***

Leyah subió las escaleras, Ixan iba tras ella. Introdujo una llave en el cerrojo y la abrió. Leyah observó las cámaras y los trajes blancos colgados en la pared.

- ¿Cámaras?

Ixan se acercó a una pared de metal e insertó un código en una pantalla desplegable.

- ¿Qué es esto? -preguntó Leyah al entrar en la sala.

- Mi proyecto.

- ¿Me dirás de qué trata tu proyecto? ¿O después de una semana aún no confías en mí?

- Una semana es muy poco. Pero sí, confío en ti -expresó encogiéndose de hombros. Leyah resopló y siguió observando las paredes de metal.

- Baños -afirmó al entrar en los cubículos-. ¿Qué es eso? ¿Una mesa?

- No realmente. Quédate aquí -declaró al salir de la sala.

Leyah esperó junto a la mesa metálica y observó hacia el umbral, pero Ixan no aparecía. En cambio, un sonido estridente reverberó en la habitación. A su lado, la mesa inició a descender. Cuando subió de nuevo, había una lata de cerveza. Leyah la tomó y salió de la sala.

- ¿¡Dónde estás!?

Escuchó la voz de Ixan, cerca. La siguió hasta dar con él. Lo encontró en una especie de fábrica. Leyah comprendió el mecanismo de la mesa al verla bajar por completo. Junto a Ixan había una lata de cerveza.

- ¿Y...?

- Sígueme.

Subieron a la terraza. El cielo se teñía de naranja y la brisa soplaba con fuerza. Caminaron hasta tocar la baranda. Se apoyaron en ella y abrieron las latas. Bebieron en silencio hasta que Ixan habló.

- Temo a que me veas diferente después de contarte sobre esto -Leyah observó su cabello rebotar.

- Te seguiré observando de la misma manera.

- Eso es lo que dicen todos.

- Yo no soy "todos".

- ¿Puedo confiar plenamente en ti?

- Puedes hacerlo, Ixan.

El viento sopló más fuerte. Casi congelando sus huesos. Ixan se despojó de su chaqueta y se la colocó a Leyah sobre los hombros. Aunque tenía su chaqueta de cuero, el frío era mortífero. Leyah sonrió y miró el cielo.

- Desarrollé un gusto peculiar por la carne humana -declaró Ixan en voz baja. Leyah continuaba observando el cielo. Tomó un sorbo de su cerveza.

- ¿Cuándo empezó?

- A los 16 años me empezaron a interesar estas cosas. A los 18, la probé por primera vez -Al ver que Leyah seguía en silencio, continuó-. Me diagnosticaron trastorno de la personalidad antisocial.

- ¿Cómo es... su sabor? -Ixan no esperaba que preguntara eso.

- Es... no es tan suave como la carne de animal.

- ¿Entonces por qué te gusta?

- Matar... matar a alguien y luego comer su carne me causa satisfacción.

- Este proyecto. ¿Este proyecto es sobre asesinar a personas? -Ixan tragó con dificultad. Según la psicóloga él no podía sentir las emociones al igual que los demás. No podía tener miedo al igual que los demás, sin embargo, lo sentía. Lo había admitido.

- Sí -Leyah dejó de contemplar el cielo y observó sus ojos negros-. ¿Me temes? -ella negó- ¿Quieres alejarte de mí?

- No.

- ¿Por qué? Todos han reaccionado mal.

- No soy todos. Soy Leyah.

- Leyah -saboreó cada letra y luego, agachó la cabeza -. ¿Por qué?

- Aprecio que seas sincero. Ahora ya nadie lo es. En cambio tú, me ofreciste una oportunidad, cuando todos te han juzgado.

- ¿No te preocupa que sea un asesino?

- Mientras no me mates a mí.

- Nunca lo haría.

- ¿Entonces, anfitrión y jugador? -él asintió- también jugaré -Ixan la observó por un largo rato y tomó un trago de la cerveza.

- Es peligroso.

- No moriré. ¿O sí? -negó- ¿Cuál es el problema?

- Podría causarte traumas -Leyah terminó de beber. Se sentó sobre el pavimento y colocó la lata vacía a su lado.

- ¿Qué hay de las inyecciones? -inquirió.

- Es peligroso. Ni siquiera sé si funcionarán.

- Deja de preocuparte. Estarás ahí -Ixan la miró de reojo y al igual que ella, tomó asiento.

- Tendría que aplicar una gran dosis para bloquear los recuerdos de una semana.

- Confío en ti.

- ¿Por qué quieres hacerlo?

- Tengo curiosidad y... tendría que dejar de verte por algún tiempo. Así podré hacerlo.

- No me reconocerás.

- Prométeme que me devolverás los recuerdos, sin importar qué.

- Lo prometo. Aunque esto no me termina de convencer... -pronunció resoplando.

- ¿Entonces lo haremos, Ixan?

- Lo haremos, Leyah.

Caníbales por elección Donde viven las historias. Descúbrelo ahora