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Stella Fraser

Estaba en el auto de Poe, todos nos encontrábamos esperando a Nicolás, todos aqui teníamos resentimiento con esos tres hombres adentro, todos teníamos algo de que vengarnos y todos, entre todos los matariamos.

Faltaba poco para la graduación, unas dos semanas nada más, noviembre había pasado con rapidez, podía sentir el frío invierno apegarse a mí como en esos días, como hoy que se cumplían cinco años de lo que ocurrió.

Deena y yo estábamos vestidas con unos vestidos antiguos de color beige, eran grandes con encaje, corset y bordados elegantes y delicados, las dos teníamos collares vinotinto, ella con colgante en forma de de corazón con una navaja que lo atravesaba y yo con mi colgante con la sangre de Poe. Las dos llevábamos zapatillas negras de ballerina con un sutil tacón.

Poe sostenía mi mano mientras me miraba de tal forma que me provocaba una sensación de paz.

Todos vimos atentos como Nicolás salio con tranquilidad fuera de la casa, como su mirada se quedó sobre mí pude entender que era él momento.

Todos bajamos del auto, el brutal aire frío golpeaba mi rostro con dureza, mis mejillas debían estar rosadas como las de Poe y Nicolás.

Nicolás se nos acercó y extendió un bisturí a Deena y uno a mí.

—Doctora Fraser, Doctora Celik—hablo Nicolás sonriendo —son todos suyos.

Le sonreí a Poe y finalmente soltó su mano, él se quedó junto a Nicolás mirándome caminar, Nicolás me miró con orgullo y me dejó ir.

Cuando entre a la casa sentí esa avalancha de recuerdos horribles vinieron a mi mente, el asesinado de mi otro hermano, la rabia de mi madre, el odio de Nicolás y todo lo que hice para poder evitar el sufrimiento, como me cerré a todo y a todos, como me volví una amargada, lo que Nicolás y mi madre me prohibieron hacer, como me controlaban y prohibían todo para protegerme, el alcoholismo de mi padre y todo lo que ocurrió.

Todo eso me volvió lo que soy ahora.

¿Cómo se supone que curaría los problemas mentales de la gente si ni siquiera podía con los míos?

Baje al sótano con la mano de Deena sobre la mía, ella si lloraba abiertamente pero yo me mantenía firme y segura.

—Puedes- Puedes llorar... Mereces llorar después de todo esto... No actúes como si no sintieras nada porque sientes mucho.—titubeo limpiando sus lágrimas

—Ya no, Deena—pronuncie entrando al sótano—ya no lloraré. No les daré una sola lágrima.

Entre a ese lugar, ahí estaban, estaban sentados y encadenados, ellos me miraron con sorpresa al igual que a Deena, ví en cada uno de ellos los ojos que más odiaba, los ojos verdes de ese pelirrojo, me veía a mi misma en ellos como a una niña de quince años, una niña indefensa.

—Se acuerdan todos, lo sé—hable sentandome frente a ellos—yo igual... Y como lo recuerdo, pero ahora aclararemos todo esto, ¿verdad, Hanson?

Él me miró con una tremenda expresión de sadismo como si no estuviera a punto de matarlos a todos.

—Mi amiga era inocente y Stella... Stella no tenía nada que ver, era una niña.

—Ves esos ojos—le dijo Hanson a Deena señalandome—¿No los quisieras para ti?

Observé con desprecio y asco a cada uno.

Ese dís sentí la liberación, sentí la venganza y sentí como todo se acomodaba, como soltaba todo eso que por años tuve guardada, todo eso que había querido hacer, todo eso que les provoco sufrimiento hasta que finalmente sus corazones dejaron de latir.

***

Estaba sentada en el suelo con mis manos sobre mis rodillas, mi ropa llena de sangre y un cigarrillo en mis dedos que humeaba, mi respiración era calmada y mi mirada perdida en aquellos cuerpos despedazados.

—Lo logramos, Stella—repetía Deena y otra vez—lo hemos logrado, Stella. Lo hicimos, lo hice por ella...

Voltee a mirar a Deena, las lágrimas corrían por sus mejillas

—Tu la querías, ¿verdad? La amabas—susurre poniendo mi mano sobre la de ella

—Cuando terminará la carrera, cuando fuera grande o sea ahora mismo, cuando tuviera mi casa y mi trabajo yo quería casarme con ella... Yo la quería a ella de verdad y ella a mí pero jamás pudimos decirlo abiertamente, yo solo la quiero a ella y yo voy a quererla siempre—conto llorando aún más—¡Ellos me la quitaron, ella era mía, era mía era mía!—la rabia que destilaba, lo molesta que se veía, como ella hablaba como si la poseyera a ella, le habían quitado lo que era suyo.

—No podrás tenerla jamás pero ahora los que te la quitaron ya están muertos.

—¿Ahora tú tienes paz?

—Tengo lo que quiero, como siempre.

Hablábamos de inocentes y de pertenencias, habíamos planeado todo esto y lo habíamos ejecutado.

Creo que aquí no habían ni buenos ni malos. Solo personas que sufrían por hacer sufrir y sufridos que hacían sufrir. Así son las cosas con los novenos.

Gallowdance [Poe Verne × tú]Donde viven las historias. Descúbrelo ahora