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Stella Fraser

Iba en mi auto escuchando de mis bandas favoritas; Lebanon Hanover y mi canción favorita de ellos que era gallowdance.

—Dance with me the gallowdance, as long as we as long as we're not hanging—cante mirando al frente.

Era un nuevo día, aunque el frío estaba en su esplendor también estaba el sol brillante. Tenía puestas unas gafas negras que cubrían mis ojos, una chaqueta de cuero junto a mi camisa blanca, pantalones negros, unas botas militares negras, las manos llenas de anillos plateados y un collar vinotinto. Entre mis dedos sostenía un cigarrillo con el brazo saliendo un poco de la ventanilla del auto y la otra mano en el volante.

Al llegar a la universidad deje el auto estacionado, camine con mi bolso sobre mi hombro, me gane varias miradas al llegar a la universidad. En este lugar yo le caía mal a la mayoría, muchos solían molestarme por mis ojos y porque yo según era extraña, que inmaduros, ya en la universidad y aún con esas estupideces. Entre sin prestar atención a nadie, me quite los lentes y los coloque en mi bolso para después ir hasta mi casillero, dejé ahí mis cosas y tome únicamente un cuaderno junto a mi libro hasta que escuche una risilla al lado del casillero.

—Que gusto verte, Stella—saludó Amy con voz seductora

—No puedo decir lo mismo—declare avanzando hasta mi salón que por desgracia caminando con ella

—Sabemos de sobra que mueres por mí—comento acomodando su cabello marrón

—¿Yo? Tú eres la que me molesta desde que inicie la universidad y yo te ignoro, ¿cuánta obsesión conmigo, no?—me burle con voz fría

—Eso amo de ti, que eres tan fría...—susurro acercándose a mí—entonces... ¿Hoy a las nueve?

—Ajá, ¿te parece en ya sabes dónde...?—consulte con una ligera sonrisa

—Claro que sí—ella miro a los lados y dejo un beso en mis labios

Continuamos nuestro camino hasta el salón, ella se sentó lejos de mí con sus amigos y yo al fondo, antes de sentarme le dedique una sonrisa pequeña al profesor, era un buen amigo.

Amy era una chica muy tonta y superficial, floja como nadie. Había pasado toda su vida molestandome junto a sus amigos y su novio para ocultar que le gustaban las chicas, bueno, que le gustaba yo, ella no había comentado nada sobre nuestra salida y nadie la relacionaba conmigo, como tenía la costumbre de ir a discotecas de mala muerte y se drogaba también, tenía problemas con los pagos y eso, nadie sospecharía que desapareciera por estar  metida en esas cosas, tenía tiempo observandola y era una presa fácil, demasiado. Me había asegurado de que nadie sospechara y todo estaba arreglado.

La clase transcurrió con normalidad, cumplí con mi participación y la entrega de un trabajo, uno de los finales.

La graduación sería en diciembre, el diecinueve de diciembre y en enero partiría a Massachusetts dónde está la asombrosa Harvard. Mi sueño es ir ahí desde que soy una niña.

Al salir de la universidad me dirigí a mi casa, me di un baño calmadamente, aún era temprano y tenía tiempo de arreglarme bien.

Me coloque unos pantalones acampanados negros y entallados en la cintura, una camisa blanca y encima un corset negro, para los pies me puse unos zapatos con poco tacón y como accesorios un collar de perlas largo, me cepille el cabello largo y que cayera en unas ondas naturales sobre mi espalda, un labial rojo y un delineado sutil con las pecas esparcidas por mi nariz y mejillas. Mire mi reflejo en el espejo y debía admitir que me veía increíble.

Me veía reluciente, la palidez hacia contraste con la ropa negra, me veía elegante y sofisticada.

Me veía perfecta y así debía seguir.

Toque con suavidad mi cuello recordando aquel día, mire con rabia este y lo aprete dejando mis uñas marcadas en el peor después sonreí, sonreí ampliamente con mis ojos fijos en el espejo.

Tome mi navaja y la guarde en el pequeño liguero en mi pantorrilla cubierta por el pantalón, tome mi bolso con un labial, dinero, cloroformo, un pañuelo con encaje rojo y una máscara dentro de el, tome mi enorme gabardina negra y la coloque sobre mí para caminar escaleras abajo encontrándome con mi padre.

—¿A dónde vas?—consulto dándole un trago a su vaso de Whisky

—Saldré con Nicolás—respondí con firmeza. Él se levantó y se acercó a mí, sus feroces ojos azules me miraron con desprecio, mantuve y la calma luciendo impasible

—¿Con permiso de quién?—preguntó desafiante

—Con el mío—vocifero mamá desde las escaleras. Bajo lentamente haciendo sonar sus tacones, tenia un pantalón azul muy elegantey una camisa blanca, sus rizos marrones tan parecidos al cabello de Nicolás y su mirada azul un poco más oscura que apuñalaba a papá con enojo—dejala en paz.

—Stella—escuche a Nicolás llamarme desde la puerta, me esperaba con una pequeña cajita  envuelta en papel negro que tenía un lazo rojo—debemos irnos—demandó mirando a papá con rabia, la misma mirada de mamá, se acercó a mí y tomo mi brazo para guiarme a la puerta

—Disfruten, muchachos—nos dijo mamá con una sonrisa

Nicolás y yo somos hermanos por parte de madre, ella es novena y el padre de Nicolás también, los dos se divorciaron después de la muerte de mi otro hermano que nació como presa, tiempo después se casó con mi padre que no es nacido el nueve de septiembre pero no sabía de los novenos hasta que yo nací y noto esa rareza en mí.

Mamá no se separaba de él porque sería un escándalo que no nos convenía.

Me subí al auto junto a Nicolás en el copiloto

—Este es un regalo por ser la mejor, Stella—me dijo mi hermano pasandome la cajita—lamento lo que ocurrió con ese hombre ahí adentro.

—Tranquilo, Nick.

Tome la cajita y la abrí con delicadeza, su contenido era un anillo plateado que tenía un hermoso rubí incrustado en el centro junto a pequeños diamantes diminutos a los lados y que por dentro tenía tallada la frase "para renacer hay que morir"

—Oh, Nicolás, es hermoso—sonreí sosteniendo el anillo, él lo puso en mi dedo índice con delicadeza para después dedicarme una mirada llena de orgullo

—Eres lo más hermoso en mi vida, Stella, te quiero hermana.

—Y yo a ti hermano.

Gallowdance [Poe Verne × tú]Donde viven las historias. Descúbrelo ahora