CAPÍTULO 3

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Tarantina

Me levanté a las tres de la mañana y por suerte lo único que me permitieron fue un pequeño despertador, así que me dí una ducha y me visto.

No tengo fuerzas ni ánimos para nada, hasta me duele la garganta después de tanto gritar, por hoy voy a dejarme caer, pero juro que me levantaré, no sé cómo o qué haré, pero no puedo seguir en esta misma situación, duele mucho, pero tampoco voy a correr del dolor no les daré el gusto de escucharme pedir clemencia otra vez eso es lo más bajo que pude caer.

Y si no me escucharon cuando rogué entonces no lo volverán a escuchar, como el mismísimo rey dijo, se extasía de mi sufrimiento, pues no le mostraré que duele.

Como el piso es de piedra lisa por estos lares no me preocupo en levantar la bola de hierro, sino que la arrastro con cuidado de no levantar a nadie, al llegar a la cocina por suerte encuentro una pizarra gigante que dice lo que comen cada integrante de la familia real, los empleados y al final de todos estoy yo que es un simple pan, y mi parte viene con una advertencia, que si agarro codiciosamente algo más sería azotada y me expulsaran de la boca el alimento, leo seriamente mi parte... solo un pan por día.

¿Qué carajos? Aprieto las manos, las uñas se me entierran en las palmas y mi furia es grande.

Me acerco al mesón y saco todo lo necesario, preparo la masa para los panes y cuando ya estaba lista los metí todos en bandejas y directo al horno, mientras se calentaban preparé los huevos revueltos, el tocino junto con la gran olla de café, había una lista en esa pizarra de los cargos por orden de liderazgo así que se me hizo más fácil saber para cuántas personas era el alimento, sirvo la comida en platos en la mesa gigante de la cocina.

Me dispongo a limpiar el desastre, no quiero ganarme motivos para recibir golpes, así que en el pequeño saco donde estaba anteriormente la harina con la que hice los panes, salgo por la puerta de madera donde me imagino que tiene que haber un contenedor de basura y efectivamente.

Cuando tiro el pequeño saco escucho un relincha de cabello.

Levanto mi cabeza para toparme con un caballo negro de ojos rojos, se iba acercando a mi, pero intentaba no demostrarle miedo, si me asusto me ataca a mordiscos.

—Hola caballito —lo saludo y me dispongo a acercar mi mano para acariciarlo —cuando el caballo explaya su boca mostrando dientes afilados retiro mi mano con precaución, pero cuando vuelve a su estado normal me atrevo a acariciarlo, he visto de todo en el inframundo así que no me da miedo, es más, no tengo duda de que este caballo viene del inframundo.

—Desconfía un poco de los extraños —dice alguien a mi derecha así volteo hacia la dirección de la voz —, pero por lo visto no te da miedo y conoces perfectamente este tipo de bestias. Tu eres la chica que tomaron como esclava, la hija del hombre que mató al rey.

Me incómodo y miro hacia otro lado, con voz ronca por el dolor de garganta digo:

—Sí le vas a decir que estoy tocando los caballos del rey a la ama de llaves y que te estoy respondiendo puedes hacerlo ahora.

Escucho su risa y cuando lo veo niega con la cabeza.

—No, nadie te aprecia porque todos quieren sangre, de quien sea, porque quieren cobrar la vida del ex rey, pero ese fue tu padre no tú, puedes estar tranquila conmigo no te haré daño, me llamo Martin, mucho gusto.

—Soy Tarantina, pero eso ya lo tienes que saber.

—Te aconsejo que no te vean... —se escucha un grito de fondo.

—¡¿Entonces aquí estabas, niña estupida?! —la ama de llaves tira de mi brazo y me arrastra hacia adentro —, ¿que  hacías hablando con él?, mi hija lo pretende, ¿acaso querías andar de regalada? —niego con la cabeza varias veces y ella sonríe con crueldad —, te mereces un castigo.

MALDITO REY BRUJO [#5]Donde viven las historias. Descúbrelo ahora