CAPÍTULO 8

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Tarantina

—¿Nerviosa, brujita? —le lanzo una patada y defiendo mi mano lanzando magia de hielo.

No lo alcanzo y me frustro, ni volando, ni abajo, en ni un carajo, solo le di una sola vez y lo roce y fue porque lo engañe haciéndole creer que me quitaría el top y le mostraría las tetas, de lo contrario es un maldito escurridizo e intento justificar mi mala puntería diciéndome que me distraigo con lo sexy que se ve sin camisa.

Pero me calmé mentalmente cuando recordé que el lleva más de ochenta años entrenando físicamente y con su magia, pero eso no quiere decir que me rendí, no, me esforcé en negarle aunque cada golpe haya sido en vano.

Son las cuatro de la mañana, le dije que no follariamos para poder estar al cien por nuestra boda, pero no pude dormir así que estamos entrenando a esta hora.

—No, estoy muy segura de mí —él sonríe y continúa esquivando los lanzamientos de magia —, ¿debería lanzarte aquella que te dejo con la polla activa a ver si se te borra la cara de fastidioso? —le digo ya sintiendo el piquete de rabia por lo escurridizo e inteligente que es.

—Veo que la presión del matrimonio te está haciendo decir incoherencias, amor —me paralizo al escuchar como me llamo y es cuando él aprovecha y me paraliza.

—Eres un... —detengo la oración, aparece frente a mi y me da un beso en la frente.

—No digas groserías, esposa mía, mejor aprovechemos esa energía en otra cosa antes de poner un anillo en tu dedo —me carga así congelada como estoy y me lleva hasta detrás de la casa de herramientas donde me descongela con un beso en la frente.

—Imbécil —le digo golpeando su pecho con mi puño.

Me siento frustrada y no solo sexualmente sino también porque aunque esté comenzando con las prácticas el verlo regodear de su agilidad es más que la mía me enoja.

—¿No prefieres acariciarme? —me pega a su cuerpo presionando sus firmes dedos en mi cintura. —, eso me excitaria y me motivaría a hacer cosas que te gusten —muerde el lóbulo de mi oreja cuando se acerca a mi cuello.

Sonrió  mientras siento el cúmulo de emoción, ese chorro que cada vez se vuelve más abundante, ahora podría describirlo como seguridad en mi misma.

—¿No prefiere mi esposo que haga otra cosa por él? —acarició sus abdominales y él arquea una ceja.

—¿A dónde quieres llegar,  brujita? —acaricia mi labio inferior con su pulgar abriéndome un poco los labios.

—Pero si acaricio a mi esposo para motivarlo espero un buen regalo de bodas —me mira con atención y juega con el cabello de la cola de caballo que tengo hecha.

—¿Y eso que sería? —pregunta jugando con el escote de mi top.

—No sé, tal vez dejarme sentar en su trono por dos semanas y dar órdenes —me mira sorprendido, pero a la vez no me quita esa sonrisa de poder.

—¿Es así? —con su otra mano me da toques leves en la cintura —, ¿quieres jugar a ser el rey?

—Un poquito —comienzo a jugar con el inicio de sus pantalones cortos —, ¿o acaso como reina también podré dar órdenes?

MALDITO REY BRUJO [#5]Donde viven las historias. Descúbrelo ahora