CAPÍTULO 4

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Tarantina

Así como el día de ayer me levanto a las tres de la mañana para servirle a todos, estoy toda vuelta mierda pero no quiero ganarme más latigazos, o bueno eso intente, porque cuando ya tuve todo los desayunos listos Belinda hizo que me sujetaran dos sirvientes y preparara mi espalda para los latigazos, la vida dolió, en cada látigo me informaba que eran de parte de los reyes y que ellos muy felices le pagan más monedas de oro por verme sufrir.

Nadie se apiadó de mí en ese momento, ningún empleado hizo nada por parar los castigos, el resto solo miraba con atención los innumerables gritos que di.

Cuando acaban con una de las miles de tragedias, me levanto del piso sin decir nada y camino cojeando mientras arrastro la bola de hierro hacia mi habitación.

Más bien calabozo con la diferencia de que tengo la puerta abierta hasta las doce que termino mi jornada de limpieza, golpeó la pared de la ducha llorando y mierda...

Saco del bolsillo de mi vestido el pequeño cuchillo, la venganza lucha con las ganas de matarme, tal vez si muero esta mierda acabaría, todo se apagaría y me sentiría más tranquila.

Llevando el cuchillo a mi muñeca aprieto los ojos, vamos Tarantina, ya no más dolor, no más cansancio, no tengo a nadie que vele por mi o me ame que me quiera hacer feliz.

Un reflejo rápido pasa por mi cabeza que hace que suelte el cuchillo y tiemble hasta caer arrodillada en el piso, el agua de la regadera quema en mi espalda por las nuevas y viejas heridas, pero lo ignoro.

Me vi vestida de negro, labios negros, sonrisa malvada sentada... sentada en el trono de la reina.

Como puedo me coloco de pie y comienzo a restregar cómo puedo la sangre de mi cuerpo.

Como siga en este mismo camino estoy pronta a enfermar.

Cuando estaba lista caminé hacia la parte más agradable del castillo, tengo que prepararle el desayuno al rey al parecer y verle su cara de dios maldito, es como si su sola mirada albergará una gran destrucción.

Con su desayuno listo en una bandeja camino arrastrando la bola de hierro en ese saco pequeño que agarre el primer día para no rayar el piso.

La diferencia de ayer es que esta vez si veo empleadas alrededor del segundo piso que limpian las decoraciones que este posee, todas me miran susurrando entre sí.

Dejo la bandeja en la mesita y me dispongo a tocar la puerta.

Cuando escuche el pase, abro las puertas y me acerco a tomar la bandeja, el ardor de mi tobillo es grande, está feo y rojo, pero me trago el dolor y ardor.

Entro y voy directo a dejarle el desayuno en el mismo lugar de siempre, al parecer toma como es de rutina estar así con el pecho destapado en las mañanas, así que evito poner mis ojos en su cuerpo a toda costa.

Solo miro el camino y donde voy a dejar el desayuno.

—Deje que te instalaras, pero ya tienes que comenzar con tus obligaciones —me está dedicando más oraciones largas —, después del desayuno irás a tener mi cama y antes de dormir la acomodarás las almohadas y el resto de cosas que van en la cama están en el cajón de la pared derecha. Ahora vete.

MALDITO REY BRUJO [#5]Donde viven las historias. Descúbrelo ahora