―Llegáis pronto, habíamos quedado a las cinco ―nos acusó Norma al otro lado del telefonillo―. Pero venga, pasad.
La puerta de la entrada zumbó un poco antes de que Vero la abriera con un golpe de cadera. El patio era algo aburrido: a pesar de todos los maceteros que tenía, las pocas plantas que restaban parecían haber muerto congeladas entre el frío de la montaña y la humedad del mar.
―¡Vamos, lentorro! ―protestó Vero mientras subía las escaleras de dos en dos. Era increíble que pudiera hacerlo con unas botas de tanta plataforma sin trastabillar―. Te dije que guardaras las fuerzas para el entrenamiento, pero no esperaba que te lo tomaras tan al pie de la letra.
―Va, va ―rezongué. Solo por hacerla rabiar, me paré unos instantes para estirar los hombros―. Ya voy.
Vero tiró del llamador de la puerta para dejarlo caer, pero fue arrastrada hacia ella cuando Norma la abrió de un tirón. Ella pudo recomponerse, pero yo fui incapaz de contener una carcajada al ver cómo reconstruía su facha seria como si nada.
―Perdonad, me habéis pillado a medias ―La mujer se señaló a la peluca anaranjada que estaba preparando. No estaba terminada, pero por los clips rojos ya intuía cuál iba a ser su próximo cosplay―. Podéis poneros cómodos, acabo un par de cosas y...
―De hecho ―Vero dejó su chaquetón en la percha de la entrada sin dejar a su mentora terminar de hablar―, si hemos venido antes es porque queríamos contarte algo.
―¿Lo de los bootlegs de Pokémon? ―Aunque Norma pretendía infundir un tono amenazante, la peluca chillona a medio terminar restaba mucha seriedad de su aura―. Ya me ha avisado tu tío, pero... Mira, Vero... Me alegro de que hayas salido ilesa y lograras frenar una leyenda urbana con tanta inercia tú sola, pero como se te ocurra hacer una cosa así sin avisarme antes, me encargaré personalmente de que vuelvas a Atecina en el primer autobús que salga.
La chica agachó la cabeza, exhalando toda su confianza en sí misma en un solo bufido.
―Pensé que podría tener que ver con lo que estabas...
―Eso no lo arregla ―casi gruñó―. De hecho, lo empeora. Te lo he dicho mil veces: no quiero que te inmiscuyas en los asuntos de la Catedral. Es un tema serio y, hasta que no averigüe lo que quiero, ni siquiera deberías pronunciar esa palabra en voz alta, ¿vale? Sé que yo también soy una bocazas, pero soy la responsable de que estés aquí cazando glitches y, si doy un paso en falso, tu tío me mata.
―No podría ni aunque lo intentara. ―Intentó recuperar algo de su imagen oscura y desafiante, pero la voz le tembló más de la cuenta―. Las dos sabemos que mi tío es un cobarde.
―Ramón es una persona prudente. ―Norma alzó la mano y la espalda de Vero se tensó unos instantes, antes de darse cuenta de que solo quería acariciarle el pelo―. Yo soy la temeraria. Y tú tienes que aprender lo mejor de los dos. Ese era el trato. De verdad, hermanita. Quiero enseñarte todo lo que sé. Quiero ayudarte... No me lo pongas tan difícil, ¿va?
A pesar del tono fraternal con el que la redactora hablaba, había algo frío en el ambiente. Mi mente, por supuesto, recurrió a la clásica salida en estas situaciones: sacar el bufón que vive en mí. Así que, ni corto ni perezoso, me puse a agitar los brazos para atraer la atención sobre mí y, en el más jocoso de mis tonos, chillé:
―¡Eh! ¡Hola! ¡Estoy aquí! ¡Y no me estoy enterando de nada! Anda, ¡tengamos un feliz jueves de nuestro Patrón!
Las dos echaron a reír al unísono y, de repente, toda la tensión desapareció.
―Eres un payaso, Eli. ―Ver la tímida sonrisa de Vero era suficiente compensación para el apelativo―. ¿Ves, Norma? Cuando no es un fan paralizado por tus encantos, hasta tiene su encanto.
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Cazadores de Silicio [Finalizada]
FantasyEs septiembre de 2003. Elías está a un paso de cumplir su sueño (o el de cualquiera que se haya criado con un mando entre las manos), trabajar en su revista de videojuegos favorita. Probar las novedades antes que nadie, investigar las leyendas urban...