Golpeé el escritorio del despacho de Ramón con tanta fuerza que me hice daño en el canto de la mano. Por suerte, el glitch que había domado logró que el dolor y la inflamación solo supusieran un problema durante unos segundos.
―¿Qué más pruebas necesitas para simplemente considerar que ese glitch estuviese diciendo la verdad? ―espeté, no sin cierta agresividad―. Todo encaja con lo que tú mismo has investigado.
―No pienso creer las palabras de un demonio.
―Cree entonces en las mías, amor. ―Evadí la mirada―. Yo lo vi aquel día con mis propios ojos. Sabes perfectamente que ese incidente fue lo que motivó todo esto. Ese monstruo, como lo llamas, no ha querido hacernos daño en más de una década. No creo que haya aparecido ahora con malas intenciones.
El jefe se levantó de su silla giratoria para echar un vistazo al resto de la redacción entre las láminas de la persiana. Siempre hacía eso cuando necesitaba reflexionar sobre algo. Según él, era relajante ver a los demás trabajar.
―¿En qué situación nos pone esto? ―soltó un exageradamente elongado suspiro―. Ya sabes cuáles son las condiciones de la sacerdotisa ante un caso así.
―Soy el primero que no quiere que Vero desperdicie su infancia en un pueblo perdido de la mano de Dios. Pero la otra opción es dejar que un poder que no entiende la consuma por dentro. Y eso es algo que me niego a permitir.
―¿Hay alguna forma de extraer al demonio de su alma? ―preguntó. Por su tono, parecía ser honesto en su desconocimiento―. Si se terciara, me ofrezco a ser el receptáculo de ese tal Héroe yo mismo.
―¿Tú? ¿El exorcista que se empeña en luchar únicamente con su propio poder por no tener tratos con demonios?
Solté una carcajada, intentando destensar el ambiente, pero el helado vistazo que me echó dejó bien claro que no contaba con intención alguna de gastar bromas al respecto.
―Nunca he dejado de creer en tu historia. Ni cuando expusiste tus teorías locas, ni cuando te pasaste un mes en Atecina intentando buscar explicaciones, ni cuando forzaste un ritual espiritual sobre mí. ―Me pasó el anverso de la mano por la mejilla, con cariño―. Sin embargo, si tengo que dar validez a tus palabras, eso significa que yo he sido tan responsable como tú en traer al primer demonio a este mundo. Quien no tenía un ápice de culpa fue Verónica. Si puedo sacrificar mis convicciones por alguien, que sea por ella.
Le dediqué una sonrisa cómplice antes de envolverle con mis brazos. El abrazo fue corto, pero aun así me sorprendió que no se quejara. Quizá era porque había logrado una pequeña victoria en eso de hacerle admitir según qué cosas y le había quitado las ganas de ser testarudo por un rato.
―Sea como sea, eso no es una posibilidad. ―Me encogí de hombros―. Norma se te ha adelantado en el ofrecimiento. Ya sabes cómo es. No, ese demonio ya es indivisible de tu sobrina. A estas alturas, el único plan que nos queda es obligar a la chica a pasar unos cuantos años malos... por su bien y el de todos.
―No me gusta esa idea, Jaime. ―El jefe abrió la puerta de su despacho para sorprender a la periodista intentando escuchar la conversación al otro lado del cristal―. Señorita Guarnido, si quiere participar en esta conversación no tiene más que pedirlo. Ya debería saber que las tácticas de comedia situacional televisiva no son especialmente de mi agrado.
―Bah. ―La chica se ajustó la chaqueta y tomó asiento―. Parecía divertido. Respondiendo a tu pregunta, Ramón...
―Señor Lourido ―le corrigió.
―Señor SiliMAX. ―Compuso un mohín perverso en sus labios―. Tal y como dice Jaime, ya es tarde para separar a Vero del Héroe. Es probable que nunca hubiera sido una posibilidad real, pero tal y como están las cosas es imposible saber dónde empieza la energía de uno y acaba la del otro. Literalmente, no hay donde cortar. Y, huelga decir, realizar un exorcismo causaría daños irreversibles. Pero...
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Cazadores de Silicio [Finalizada]
FantasyEs septiembre de 2003. Elías está a un paso de cumplir su sueño (o el de cualquiera que se haya criado con un mando entre las manos), trabajar en su revista de videojuegos favorita. Probar las novedades antes que nadie, investigar las leyendas urban...