―¿Estáis seguros de que os la vais a apañar sin mí? ―nos preguntó Norma―. No me fío de ese tal Seven.
Zack dibujó una mueca confiada en su rostro y cerró el puño con cierta chulería, dejando que su GLMP se dejara entrever tras la manga de su jersey. La pose sería tremendamente artificial, pero cómo molaba el tío cuando se lo proponía.
―He hecho esto docenas de veces. Cada vez que sale un nuevo juego de coleccionar monstruos, Seven organiza un evento así. Que yo recuerde, no he perdido ni uno. Ya sé que hay motivos para preocuparse. Si lo que decís es cierto, y no dudo en vuestra palabra ni un ápice... Hay incluso razones para tener miedo de lo que pueda ocurrir. ―Suspiró, alicaído. Necesitaba unos segundos para convencerse―. Pero la gente de la Catedral sigue siendo importante para mí. Si esta vez va a ser distinto, quiero estar allí para ayudar.
―Estamos en estado de alerta ―nos recordó con una seriedad casi impropia de ella―. Las advertencias ominosas de Héroe sobre la vuelta de Algodaoth, los extraños presagios de la sacerdotisa... y la corazonada de Ramón sobre ese tío. Especialmente, eso último. Llevo suficiente tiempo trabajando con él como para fiarme de su instinto con estos asuntos.
―Bueno ―intenté tranquilizar a Norma, pero seguía mostrándose inusualmente tensa―. Tengo a mi lado al mejor domador de la zona y a una guerrera con tu sello de aprobación. Yo... vaya, soy bastante apañado, supongo.
La periodista resopló y nos lanzó uno de esos espíritus espía a cada uno, asegurándonos que si hacíamos algún tipo de trastada se iba a enterar. Al hacerlo, su expresión se tornó algo más amigable. Solo un poco, pero lo justo como para transmitir ese mensaje de que, en el fondo, se fiaba de nuestras capacidades.
―Tengo una tarde muy larga por delante, pero me mantendré todo lo atenta que pueda. Si ocurre algo... ―dijo, pensativa―. Bueno, no estaré demasiado lejos de aquí.
―Me preocupas más tú que la Catedral, tía. Solo te falta ponerte a temblar ―terció Vero, que había estado extrañamente callada durante todo ese tiempo―. ¿Cuándo fue la última vez que viste a Rosa?
―No creo que eso importe ―soltó en un bufido poco agradable―. Le escribí, le pareció bien lo que le pedía y me pidió un favor a cambio. Accedí, aunque eso suponga tener que estar en la misma habitación que ella. Es un trato justo.
―Vale, estoy totalmente fuera de onda. ―Estiré los brazos, inseguro de qué debía hacer con ellos entre Zack y Vero. La mirada del primero, pilla, me dejó congelado en el sitio―. ¿Quién en esa chica y por qué le dedicamos unas palabras tan sombrías? Esto suena a...
―Es una larga historia ―me interrumpió la pelirroja, aprovechando su distracción para encauzar de nuevo la conversación a puertos más interesantes―. Vosotros concentraos en vuestra misión, yo haré lo propio. Fin del chacoteo.
La mujer se cruzó de brazos con una postura mucho más defensiva de lo que cabría esperar de una conversación informal. Fue su hermanita quien tuvo que reprobarla con una mirada afilada para que siguiera con el orden del día.
―Por cierto, Ramón me ha dado esto para vosotros.
Norma sacó tres pines redondos del bolsillo de su chaqueta de cuero. Eran algo más grandes de lo normal y cada uno tenía un dibujo distinto, pero todos parecían haber sido diseñados por ella. Al coger el mío, que tenía un simpático pato de goma con un parche en el ojo, sentí que algo se erizaba en mi aura.
―Me he tomado un par de licencias para hacerlos más discretos ―explicó, señalando a la parte trasera del círculo―, pero en su interior son talismanes que os protegerán de ciertas influencias de esos glifos que lleváis tan alegremente en vuestras muñecas.
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Cazadores de Silicio [Finalizada]
FantasíaEs septiembre de 2003. Elías está a un paso de cumplir su sueño (o el de cualquiera que se haya criado con un mando entre las manos), trabajar en su revista de videojuegos favorita. Probar las novedades antes que nadie, investigar las leyendas urban...