El glitch era pequeño, pero escurridizo. No parecía demasiado inteligente, pero su instinto estaba lo suficientemente afilado como para evadir cualquier arremetida. Y, habiéndolo invocado dentro del despacho, no podía usar técnicas de potenciación sin el riesgo de cargarme algo y llevarme una buena bronca de Ramón.
―Venga, bicho, colabora tú también un poco.
Invoqué varias llamas espectrales, que empezaron a seguir a la criatura a paso de tortuga. Pero, como eran muchas y distantes, volvieron el espacio por el que revoloteaba con los propulsores de su espalda un verdadero campo de minas móviles.
Tras esquivar una de mis flechas de luz, el monitor que tenía por rostro el demonio se iluminó. Primero, un par de imágenes de Yaroze-kai, el juego del que había escapado. Luego, un rostro mal dibujado que reconocí como mi propia obra de arte. Vuelta contra mí como burla.
―Dibuja tú mejor con un ratón, glitch de los cojones. Joder, ya nos podían haber dado la copia de prensa con tableta.
El mayor atractivo de Yaroze-kai era la oportunidad de crear tus propios monstruos. Desde el primer momento, Ramón y yo temblamos con la idea: ya habíamos sufrido el que las criaturas virtuales se materializaran en nuestro mundo. Definitivamente, dar alas a la creatividad de los adolescentes más descontrolados (o de adultos directamente perturbados) para crear sus propios glitches era potencialmente una locura.
Además, la programación inconsistente del juego hacía terriblemente fácil traer uno a la realidad una vez hubieras volcado tu imaginación en él y tu energía espiritual en la sala como cebo. Sin embargo, era bastante raro que algo tan personal fuera capaz de generar un demonio tan fuerte... Y eso me preocupaba.
El demonio sacó sendas pistolas con forma de cámara de sus cartucheras y disparó. En realidad, solo se encendió un piloto rojo en cada una de ellas, pero la imagen de los tubos catódicos de su rostro se reemplazó por las imágenes que estaba capturando. En él, empezaron a aparecer números que identificaban, presumiblemente, mis estadísticas de combate.
―Perfecto. ―Me relamí los labios―. Funciona justo como esperaba.
Había creado a ese Yaroze-kai como unidad de apoyo, así que no tenía casi ningún tipo de capacidad ofensiva. El glitch que había nacido de él estaba algo distorsionado respecto a mi idea original, por lo que no podía bajar la guardia, pero ver su forma de actuar estaba confirmando todas y cada una de mis teorías del potencial del nuevo videojuego de moda.
Desplegué un par de espadas cortas en mis manos. Normalmente, no me gustaba usar armas blancas en combate (eso era cosa de Vero), pero si quería tomar el control, necesitaba hacer uso del glitch de los «mil cortes eólicos». Con un único movimiento de cada brazo, la punta de las hojas trazó una curva de energía verdosa en el aire. El monstruo siguió bailando en los cielos, sin dejar de apuntar con el cañón de su cámara en mi dirección. Cuando el lento ataque hubo cargado, cientos de copias de cada uno de los tajos de energía empezaron a dibujarse en la sala y, con un chasquido, se lanzaron en todas direcciones.
Eran tajos débiles. De hecho, en el juego en el que nacieron, eran incapaces de hacer más que un único punto de daño con una probabilidad extremadamente baja de impactar. Pero su aplicación en la vida real era similar a la que tenía en ese videojuego: esperar que al menos una docena acabara impactando para eliminar a los monstruos raros y escurridizos con poca vitalidad.
En mi caso, uno de los proyectiles hizo que sus propulsores viraran el ángulo justo como para estampar al monstruo contra el fuego fatuo más cercano. Y, con una quemadura espectral en su cuerpo, fue incapaz de mantener el vuelo presto que le caracterizaba. Golpe a golpe, cayó al suelo como si se tratara de una mosca.
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Cazadores de Silicio [Finalizada]
FantasyEs septiembre de 2003. Elías está a un paso de cumplir su sueño (o el de cualquiera que se haya criado con un mando entre las manos), trabajar en su revista de videojuegos favorita. Probar las novedades antes que nadie, investigar las leyendas urban...