Capítulo 14, por Norma Guarnido

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Era impresionante ver en acción el trabajo de un músico exorcista. El aura glauca del compositor era capaz de dar una forma visible a unas ondas que se replicaban en el aire tal y como habían aparecido en la pantalla del ordenador y, por muy inquietante que resultase el tema que estábamos investigando, la energía que desprendía me mantenía tranquila y con ganas de sonreír.

―Mira, Norma. ―Señaló un montón de números que aparecían en el monitor―. La modulación es la misma. La forma de onda es idéntica, exacta al menos a tres posiciones decimales. Y...

Pasó la mano por los picos que se trazaban frente a él y dejó salir algo de su energía en una ráfaga que agitó la imagen etérica. Tras unos instantes, retomó su forma como si de un muelle se tratara.

―Nada ―confirmó―. Ni una evidencia de interferencia espiritual. ¿Qué opinas tú?

―Si estuviera tan extendido como citan los artículos, lo estaríamos viendo. ―Me humedecí ligeramente los labios―. De haber un glitch detrás de todo esto, no habría tantos reportes al respecto. Mi apuesta es que es un bulo.

―Ojo, eso no tiene por qué ser cierto. Aún no sabemos a ciencia cierta cómo funcionan estos diablillos digitales. ―Dio varios clics que cambiaron la representación de la pista de audio. A simple vista, parecía un mapa de colores―. Vale, el espectrograma tampoco tiene nada fuera de lo normal. Uno de los del foro aseguraba que la pieza sonaba tan extraña porque habían introducido un huevo de pascua que trazaba el retrato de un fantasma al realizar esta transformación.

Era un gusto escuchar lo que me contaba Jaime. Tenía la capacidad de mantener una serenidad palpable en su huella espiritual, pero aun así la chispa de su entusiasmo era completamente contagiosa. Ya fuera sobre música, videojuegos o sobre la vida en general, el hombre que me había encontrado luchando contra un demonio en mitad de la calle siempre sabía de lo que hablaba.

―¿Eso se puede hacer? ―Abrí los ojos como platos.

―El eje equis representa el tiempo. ―Movió el puntero para enfatizarlo―. El y, la frecuencia de la onda. Y el mapa de colores, la amplitud de onda. Si mantienes el control de esas tres variables, es relativamente sencillo. Bueno, relativamente. Hay muchas matemáticas detrás, y me toca admitir que no soy un experto en eso.

Tomé nota mentalmente de todo lo que decía.

―En fin, sea como sea, se va a quedar en culturilla general ―inclinó la silla hacia atrás―, porque aquí no hay nada que nos sirva. Avisaré a Ramón de que no es más que una de las tonterías de las que tanto se habla en Internet y a otra cosa, mariposa. ¿Le echamos un vistazo a esto del Compact Creatures?

―Creía que no me lo ibas a preguntar nunca.

Había leído en el coche la carta que aseguraba que existía un error a la hora de generar a las titulares criaturas y algunas de las teorías del exorcista sobre lo que podría estar ocurriendo, pero hasta que no lo viéramos de primera mano, era imposible sacar conclusiones razonables.

―Ve arrancando el juego. ―Sacó la copia de prensa del zurrón―. Ya sabes dónde tengo la consola. Yo voy a grabar unos cuantos discos. Puedes ir probando con estos de aquí mientras tanto.

Me dio una bobina de diez discos, pero por lo holgada que se sentía al agitarla, no tendría más de siete en su interior. El plástico exterior rezaba «Lanzamiento WIP» y cada una de las galletas estaba rotulada con una caligrafía cursiva magnífica que no correspondía para nada con la letra de Jaime. Cuando le lancé una mirada inquisitiva, respondió:

―Qué bonito escribe mi Ramón, ¿eh?

Compartimos una risilla cómplice, arranqué la consola y me senté en el sofá. Tuve que pasar una introducción en la que me resumían las mecánicas básicas del juego. Ya sabía por los adelantos de la revista y por todo lo que me había contado Kat al respecto que Compact Creatures era una estresante experiencia en la que el jugador tenía que paralelizar la crianza de diversos monstruos, cada uno con su ciclo y esperanza de vida, con su entrenamiento, los torneos y la exploración. Necesitabas contar con criaturas fuertes para superar los torneos, que te premiaban con licencias para explorar nuevas zonas del mundo y capturar en ellas monstruos diversos con los que ampliar tus posibilidades. Claro está, tener algo de suerte con la generación a través de la música podía hacerte el esfuerzo más fácil y proporcionarte un monstruo capaz de arrollar los torneos básicos, pero si era demasiado fuerte podría desobedecerte, enfermar a propósito o incluso morir antes de tiempo.

Cazadores de Silicio [Finalizada]Donde viven las historias. Descúbrelo ahora