Cuando desperté, no se me habían ido del todo las náuseas que me había dejado ese «ritual». Lo que tuve que hacer a esa pequeña criatura era algo a lo que sin duda no estaba dispuesto a enfrentarme de nuevo. Por fortuna, delante de mí tenía a alguien que había pasado por eso siete veces jugando animadamente a la que probablemente fuera mi Game Boy Advance (mi mochila estaba abierta de par en par sobre el suelo) sin una sola preocupación, así que supuse que lo superaría en algún momento.
―Buenos días, Crono. ―A pesar de su tatareo, mi cabeza estaba demasiado nublada para tanta referencia―. Ya era hora de que te levantaras.
―¿Buenos días? ―Intenté despegar los párpados, aunque aún me pesaban―. No me digas que...
―¡Has estado durmiendo siete años, Elías! ―Llevó la mano a su pecho para acompañar su tono melodramático―. ¡El malvado Ganondorf ha conquistado este mundo y es en este templo donde se guarda el último retazo de luz capaz de despejar las tinieblas! Ah, y te has perdido tu cita.
Aunque sabía que estaba completamente de broma con lo primero, el corazón me dio un vuelco por la posibilidad de que lo último no fuera parte de la chanza. Al ver que mi reloj aún marcaba las ocho y media de la noche, respiré tranquilo.
―Solo has estado roque media hora ―me explicó, sin dejar de fijar su vista en la pantalla―. La sacerdotisa me pidió que te vigilara, por si acaso. Ahora está con Zack.
―Imbécil ―espeté, aún con pocas energías―. De todas formas, ¿cómo sabías lo de...?
―Una hermana mayor tiene medios de sobra para averiguarlo, deberías saberlo a estas alturas. ―Sonrió maliciosamente―. Anda, corre. Te está esperando fuera. Me debes una por no dejarle que te viera con esas pintas de zombi, por cierto.
Me costó ponerme en pie. Mi cuerpo aún no respondía tan bien como debería y sentía cómo mi aura se desbordaba por momentos, pero mantener el equilibrio seguía siendo un reto. Mi mentora supo dejar la consola de lado (maldiciones mediante) y asistirme un poco.
―Tienes los poderes de un glitch capaz de curarte, Elías. ―Pasó mi brazo por encima de su hombro y me asió con fuerza―. Quizá sea un buen momento para explicarte cómo usarlos.
―¿Me quitará las ganas de vomitar?
―Eso espero. ―Soltó una risotada y me alzó de un tirón para arriba, haciéndome sentir como un peso muerto―. A ver, no soy una experta... Pero deja escapar tu aura. Ya sabes, como siempre.
Fue fácil hacerlo. De hecho, lo complicado era contenerla en un único punto. La energía quería escapar y entre lo pálido que me había quedado y el tono de la película traslúcida que me recubría, estaba convencido de que debía parecer un hombrecillo radioactivo. Poco a poco, la esclusa que se había dibujado en mi mente se cerraba para dejar que solo lo necesario saliera.
―Es normal que estés así ―apreció, sin dejar de sujetarme―. No es por presumir, pero te he entrenado bien. Además, el espíritu que te has zampado era ciertamente vivaz, así que estarás sobrecargado. Vale, si mal no recuerdo lo que te tocaría hacer ahora es... concentrarte en el flujo. En cómo esa energía recorre tu piel. Tus poros, tus músculos, tus venas. Es tan tuya como la que habías logrado por tu propia cuenta. Solo tienes que sentir lo que puede hacer. Visualiza.
Los ojos saltones de la criatura me vinieron a la cabeza. Poco a poco, el resto del ser se terminó de materializar en mi imaginación. Danzaba alegre, sin culparme por lo que me había permitido hacerle. Se iluminaba en varios colores. Tardó unos instantes en notar que la observaba, pero cuando lo hizo, hizo que su brillo se tornara glauco y se acercó girando sobre sí misma.
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Cazadores de Silicio [Finalizada]
FantasyEs septiembre de 2003. Elías está a un paso de cumplir su sueño (o el de cualquiera que se haya criado con un mando entre las manos), trabajar en su revista de videojuegos favorita. Probar las novedades antes que nadie, investigar las leyendas urban...