Prólogo

29 2 4
                                    

Los segundos pasan tan lentos que casi puedo tocarlos, las manos me tiemblan ligeramente y siento ganas de vomitar. Sé que esto es real, sé que está pasando y me aterra tanto que me impide respirar correctamente.

—¿Estás segura de que quieres hacer esto? No tienes que... yo puedo hacerlo por ti —Dolores comenta, seguramente tan nerviosa como yo.

—Gracias, estaré bien —miento.

—Por favor, acompáñenme —nos avisa una autoridad y nos espera. Al instante nos ponemos en pie y le seguimos.

Si se pudiera comprar el tiempo, si se pudiera tan solo detener, o si al menos se pudiera retrasar... hubiese hecho todo lo posible para nunca terminar de recorrer ese pasillo frío, silencioso y de poca iluminación que nos dirigía a esa habitación que nunca saldrá de mi memoria. Hubiese hecho todo lo que estuviese en mis manos, para de alguna manera, remendar el pasado y no tener si quiera que mirar a los adentros de este lúgubre lugar.

Cuando llegamos, veo la camilla y quiero que no sea ella. Ruego para que, de cierta forma, realmente no sea ella, por lo que la esperanza de que todo fuese un error me palpitaba y recorría por el cuerpo.

—¿Listas? —nos preguntan, a lo que Dolores me mira y luego asiente.

No estoy lista para esto. Mi cuerpo empieza a temblar.

Daría años de mi vida para comprar sólo un momento en el que pudiese no terminar con esto, justo porque sé que esto acabará también conmigo.

No nos dan derecho a expectación y desvelan el cuerpo que se encontraba cubierto. Todo en un lapso de tiempo demasiado corto.

Mi alrededor se congela. No digo nada. Ni siquiera respiro, sólo la miro.

Verdaderamente siento que el tiempo se detiene en el peor momento de mi vida.

—Es ella —Dolores confirma luego de unos segundos que me parecieron una eternidad.

Y entonces empieza un dialogo, —Lo siento mucho—. Fue lo último que pude escuchar antes de que todos los sonidos se hicieran inaudibles para mí y lo único que fuese capaz de escuchar sean los fuertes latidos de mi corazón bombeando casi en mi boca.

Realmente era ella. Ya todo ha terminado. Oficialmente, la había perdido para siempre.

Se acabó.

—Maggie, espera...

Sólo estoy corriendo. Estoy huyendo, estoy escapando.

Necesito aire para respirar, necesito que todo esto de repente deje de ser tan real, tan malditamente hiriente; y cuando me doy cuenta ya me encuentro afuera del edificio. 

Pensaba en su cuerpo sin color y sus labios resecos. Pensaba en lo mal que se veía echada en esa camilla como si solo fuese una cosa sin valor... y que su imagen no ha podido salir de mi cabeza.

Mi cuerpo tiembla, el suelo bajo mis pies tiembla y los edificios giran a mi alrededor. No puedo respirar y me aprieta el abdomen, no dejo de jadear intentando capturar el aire, y de la nada, siento una presión caliente recorriendo mi interior.

Estoy vomitando sin control.

Casi sin conocimiento, perdiendo las fuerzas y la conciencia, todo lo que sé de mí es que ya no la tengo.

Todo lo que sé de mí es que ella había muerto y que yo la había perdido eternamente.

Sensaciones que parecen colores fluorescentesDonde viven las historias. Descúbrelo ahora