Esperaba con los pies cruzados, la cabeza baja y la mirada pérdida mientras el dueño del piso y el abuelo Ben terminaban de declarar con la policía. Habían reportado a Mae como desaparecida. Al terminar, el abuelo volteó a verme con las manos en las caderas y ojos llorosos, intentando asimilar todo lo que había pasado mientras él no estuvo presente en nuestras vidas.
—Vamos, pequeña. Es hora de ir a casa.
Con las manos vacías y la mente perturbada, me fui con el abuelo.
Y no puedo evitar recordar esa pequeña conversación en el auto donde él se disculpaba por haber permitido que Mae lo alejara de mí.
Jugando con mis dedos le hice la pregunta que llevaba meses atorada en mi garganta.
—¿No podemos ayudarla?
Silencio. Él no respondió.
—Creo que mamá puede...
—Maggie... —me interrumpió—. Sé que apenas eres una niña, pero debes saber que los adultos a veces somos un desastre. No obstante, esto que ella te ha hecho no tiene justificación.
Intentando entender, yo no dije nada.
—Hay que saber retirarse a tiempo —me dijo sin más, como si él supiera algo que yo no. Como si él se hubiese rendido incluso mucho antes de enterarse de todo en lo que Mae se había convertido.
Sin yo querer aceptarlo en el momento, ese día el abuelo Ben me dio una de las lecciones más importantes de mi vida.
—No puedes desgastarte intentando salvar a otros. A veces sencillamente... no se puede hacer nada más.
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Sensaciones que parecen colores fluorescentes
ChickLitCon una dura condición, Maggie tiene la oportunidad de obtener una beca completa para estudiar en una universidad de élite para chicos en Manhattan. Tras la muerte de su madre, ella tiene que adentrarse a un mundo de retos y de nuevas experiencias p...