-Memoria 14-

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Cuando tienes algo que consideras solo tuyo, para ti se vuelve especial. Entonces, cuando de la nada te lo arrebatan, sólo puedes sentir un gran sentimiento de impotencia. Justo lo que sentía cada vez que invadían la casa. Rompieron la rejilla de la puerta, las ventanas y todos los muebles. Buscaban a Mae, siempre buscaban a Mae.

Recuerdo lo asustada que yo estaba la primera vez que allanaron la casa. Mae y yo estábamos escondidas en un pequeño espacio detrás del refrigerador.

Yo lloraba en silencio y escuchaba sus voces maldadosas y ansiosas.

—Las luces están encendidas, pero no parece haber nadie en casa —dijo la voz de un hombre estallando algo contra el piso.

—Debe de estar aquí. Lo sé y no me iré de aquí sin encontrarla —respondió otro, sonaba realmente decidido y cabreado.

Mae se volteó a mí y tomó mi cara entre sus manos.

—Mírame —me exigió con cierta firmeza—. Deja de llorar, no tengas miedo. Tú estarás bien.

Recuerdo sus suaves susurros como si fuesen la luz al final de un oscuro túnel.

—Vas a salir de aquí por la puerta de atrás. Tienes que hacerlo rápido, y por lo que más quieras, no regreses, ¿me escuchaste, Maggie? Pase lo que pase, no regreses.

Sin importar que ella me haya pedido dejar de llorar, las lágrimas seguían escurriéndose por mis mejillas.

—¿Y qué pasará contigo? —le pregunté verdaderamente preocupada, teniendo claro que, si no íbamos a estar bien las dos, yo prefería tal vez... morir a su lado.

—Yo los distraeré. Tú sólo huye de aquí.

El sentimiento de reconocer que era una rara vez en esa época en la que sentía que yo le importaba me hizo asentir con la cabeza.

Entonces se me ocurrió una idea que estaba segura que ella odiaría.

—Si pasa algo malo... ¿puedo entonces llamar al abuelo Ben?

Su cara cambió de expresión inmediatamente.

—¡No! ¡Nunca hagas eso! ¿Entiendes? Nunca. —Me miró amenazante y quitó sus manos de mi cara.

Yo volví a asentir.

—Vamos —dijo tomado mi mano y sacándonos del escondite. Mae caminó a mi frente y nos detuvimos próximo de llegar a la puerta trasera de la casa. Salvo que la puerta estaba a la vista de los hombres, lo que resultaba ser muy arriesgado.

—Princesa, has sido lo que más he amado —Mae me confesó de repente en una forma suave mientras me dedicaba una mirada cálida que sonaba a un adiós y un lo siento.

Antes de que yo pudiese responder, el presentimiento de que nos estaban pisando los talones creció. Ella dio un paso hacia delante y me indicó hacer silencio.

—A la cuenta de tres saldrás corriendo. No mires atrás y no regreses.

Yo asentí y me preparé para correr. Ese pequeño conteo regresivo fue responsable de muchas noches sin dormir.

—Uno...

Mae vigilaba... yo sudaba frío.

—Dos...

Mae acechaba... yo me orinaba en los pantalones.

—Tres.

El mundo pareció congelarse.

¡Ahora! ¡Hazlo, corre! —me susurró nerviosa como si quisiera gritar.

Corrí hasta la salida y ella salió a la vista de los hombres, antes de que pudiese abrir la puerta, escuché un disparo que me congeló la sangre. Salí huyendo como ella me indicó. Al segundo se escucharon varios disparos más. Con el corazón en la boca, nunca había estado tan en desacuerdo con las decisiones de Mae, por primera vez en mi vida, me molestó con fuerza que ella no fuera egoísta.

Sensaciones que parecen colores fluorescentesDonde viven las historias. Descúbrelo ahora