Me levanto con lentitud, sintiendo la
pesadez y agotamiento terriblemente sobre mí. Aunque deseo seguir durmiendo, decido no arriesgarme a que alguno de los dos verdugos aparezca para sacarme de la cama con estrépito. A pesar de que estoy molesta con Willy, no quiero que el caos lo despierte; soy conciente de que también le aguarda un turno en la lavandería.Entre gemidos de dolor por el persistente cansancio, cambio mi atuendo y me alisto para salir. Cierro la puerta con sumo cuidado, tratando de minimizar cualquier ruido, pero la vieja puerta no puede evitar emitir un leve rechinido.
Mi mirada se dirige a la habitación de Willy, mientras una punzada de tristeza me oprime el pecho. Bajo la vista al suelo y me dirijo directamente hacia la cocina. Al bajar a recepción no hay nadie aún; seguramente los dos "reyes" siguen cómodamente dormidos y fácilmente podrían no darse cuenta si me levanté a la hora indicada, pero más vale comenzar mi horrible día de una vez.
Una sorpresa me aguarda en el lugar al entrar; nuevamente hay utensilios y comida por doquier, con migajas de pan sobre la mesa y el suelo. Respiro hondo y me muerdo la lengua tratando de controlar mi ira.
Una vez más, comienzo a limpiar antes de preparar lo que dijo Fregoso, será lo que más seguido comeremos: avena. Una hora y media después la cocina está en orden.
Si alguno vuelve a aparecer para tirar algo más, por el simple hecho de fastidiarme, estoy segura que les daré con la sartén lo más fuerte posible.