Afortunadamente, la cocina no está en caos como ayer, lo que me permite salir a tiempo para unirme a Noodle en la lección de Willy, quien al llegar, me recibió con un abrazo lleno de efusiva alegría al verme entrar en la habitación de nuestra amiga.
Ahora, ya llevamos un tiempo considerable desentrañando las letras escritas en la pizarra. Noodle muestra rastros de fatiga ante la lucha constante de Willy por comprender.
— Hay consonantes y vocales —explica por tercera vez desde el otro lado de la pizarra.
— Ahora léeme la palabra, por favor—le solicito.
—¿Qué idioma es? — pregunta él con confusión.
Noodle suspira cansada y yo retengo la risa ante su evidente desesperación.
— La "A" es esta, la otra es la "T" —vuelve a aclarar ella.
Sin embargo, Willy la interrumpe con esa inocencia y despiste que lo caracterizan:
— ¿Té?, es que, no, y-yo no quiero té — responde mientras juega con el pergamino en sus manos.
— ¡Esto va muy mal! —murmura nuestra amiga entre dientes, visiblemente molesta.
— Tranquila. — Río y me acerco a Willy.
Detengo sus manos en su juego con el papel. Acaricio su melena por instinto; es que es tan dulce con su confusión, pero mi tacto lo hace temblar, provocando movimientos torpes que hacen que el lápiz se le escape de las manos.
Me agacho para tomarlo, y justo el armario se abre, dejando ver al señor Abacus, quien hace el recuento de todo el dinero recolectado
— Oigan, ¡Jamás hubo ventas iguales a estás! — declara, mostrando un informe de desempeño de ventas.
— Eso es una buena noticia. — Le dice Noodle.
Sonrío al chico frente a mí que me observa detenidamente. Le extiendo el lápiz, y este titubea con una sonrisa nerviosa.
— Gra-gracias, madam.
— Un placer, caballero.
Me pongo de pié y miro hacía su pequeña maestra irritada.
— Será mejor que continuemos mañana, así Willy analiza con calma lo aprendido hoy— sugiero y nuestra pequeña suspira bastante de acuerdo.— Bueno, me voy a mi habitación, mañana nos espera otro gran día.
— Que descanses.
— Dulces sueños, señorita. — se despiden Abacus y Noodle.
Willy gira sobre su pupitre siguiéndome con la mirada.
— Hasta mañana, nuestro alumno proeza — me dirijo al castaño se mantiene en silencio, casi ido.
Sonrío de manera fugaz y me doy la vuelta para salir de la habitación.
— ¡___! — llama el castaño.
Me detengo y me vuelvo para encontrarlo levantándose de su asiento con rapidez. Se planta delante de mí y, con titubeo, se acerca a mi mejilla donde deposita un suave beso que me toma por sorpresa. Sus labios son muy suaves y tibios, tentando a cualquiera a querer probarlos.
Cierro los ojos, sintiendo las sensaciones que provocan, no solo en mi mejilla, sino también en todo mi cuerpo. Cuando su tacto abandona mi mejilla me atrevo a abrirlos. Está frente a mí, con esos ojos avellanas analizándome.
— Que tus sueños sean tan lindos como tu alma.
Mira al suelo con sonrojo y retrocede rápidamente; si quiere volverme loca, sin duda lo logra.
— Okey...— musita Noodle, observando juguetona la escena junto al señor Cruch.
Mi voz delata lo que ha provocado en mí, traicionándome en cuanto intento responderle
—Gra-gracias, Willy. También ten lindos sueños y un maravilloso descanso.
Me giro, ahora bastante perdida sobre hacia dónde caminar. Trato de mantener la cordura.
— Ah sí-sí— Señalo nerviosa — Es por allá. N-nos vemos mañana.