Para esta ocasión, organizamos las decoraciones y diseñamos una mesa armable con las iniciales de Willy para resaltar aún más sus productos y hacer que sus deliciosas golosinas se vean espectaculares. Esto lo llenó de felicidad al ver el esfuerzo que dedicamos para apoyarlo. Instalados en la plaza, con las
Galerías Gourmet al frente, ofrecemos y entregamos chocolates uno tras otro a los fieles seguidores que se acercan cada vez que aparece por las calles.La melodía de la campana de la iglesia resuena detrás de nosotros, y al girar nuestros rostros, ahí están; el chico que había sido empapado por un taxi y la mujer que ama, emanando una felicidad radiante, celebrando su reciente casamiento.
Ambos nos quedamos boquiabiertos, con sonrisas que se extienden de oreja a oreja.
— ¡Oh por dios, Willy, se casaron!
— Lo-lo sé, es magnífico.
— Tú y tu chocolate son todos unos cupidos — coloco mi mano en su pecho y, al ver su sorpresa, la retiro rápidamente.
— Solo el mío es el que te chococasará— expresa, inclinando la cabeza con gracia.
Lanza un puñado de estos al aire y todos se apresuran a tomar alguno.
— ¡Señor Wonka!— grita el recién casado, corriendo hacia nosotros junto a su ahora esposa.— ¡Señorita!.
— ¡Funcionó! — resuena el júbilo de ambos al unísono.
— Su chocolate, señor Wonka, usted, ustedes nos unieron — proclama, estrechando nuestras manos.
La firmeza y felicidad de su apretón me sacude de más.
— Mi Collin ahora es mucho más decidido; listo para surcar viajes por el mundo. ¡Y todo, todo se lo debemos a ustedes!
El masculino una vez más, vuelve a agradecer, estrechando nuestras manos con efusividad. Nos sacude en el proceso al punto en que el sombrero de Willy se mueve a un costado a nada de caer.
—¡Sí! — continúa su esposa — Muchísimas gracias a usted y su...
— Socia —me apresuro a aclarar.