Willy ajustó su reloj mental para despertarse un poco antes de las cuatro y media, con la esperanza de verla salir por su puerta y poder preguntar sobre su bienestar exterior y emocional. Sin embargo, la suerte no estuvo de su lado, ya que Fregoso envió a un adormilado Lejía a despertarla a las 3:00 AM. Ni siquiera parecía tener las ganas de gritarle, pues su voz agotada y el enorme sueño que lo invadía se lo impedía. Simplemente ella obedeció y bajó a tu condena; la habitación es sola, pero almenos sabe que está rodeada de esas otras personas, a pesar de que no las ha podido conocer todavía, pero en cambio la cocina es fría, desolada y muy silenciosa.
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Al llegar, me siento en el suelo, abrazando mis rodillas contra mí.
¿Es esto un castigo por algo malo que haya hecho en mi vida?. Me cuestiono
Las horas avanzan con la lentitud. La rutina se teje nuevamente, pero esta vez, cualquier intento de poder hablar un poco con Noodle se ve opacado por la presencia amenazante de Fregoso, quien me escudriña con una mirada cargada de sospecha y amenaza.
La sonrisa amigable en el rostro de la niña antes de irse, es lo que me da un poco de alegría.
- Continúa con tu tarea, protegida.
Espeta la mujer y, aún de espaldas, pregunto confundida:
- ¿Protegida? ¿Por qué me llama así?
- ¡Ja! - se cruza de brazos - ¿Acaso no te diste cuenta anoche, muchacha, o pretendes hacerte la tonta?
- ¿Darme cuenta de qué? Si alude a los murmullos nocturnos en el pasillo, no quiero imaginar qué hacían Lejía y usted - su rostro se enciende ante el comentario mordaz.
-¡No! Tu príncipe encantado, Wonka, se creyó el héroe defendiéndote anoche.
Me detengo en seco de mi tarea y la enfrento con la mirada. Pero antes de que puedas replicar, ella continua, con una sonrisa satisfecha
- Su insolencia le costó otras quince monedas, y diez más para tí. - se aproxima y susurra: - Agradéceselo...
Ni siquiera puedo llegar a molestarme en lo absoluto por ese monto más.
Me defendió...
Y eso, para mí, es un gesto de gran nobleza y dulzura, algo que permanece rondando en mi mente durante el resto del día. Luego, llega la tarde, y con ella, la oscuridad tiñe las calles del pueblo.
Mientras lavo una olla, percibo una presencia en el ambiente. Al girarme, encuentro a mi pesadilla nuevamente en la puerta, con las manos en la cadera y su voz mandona retumbando:
- Ya puedes dejarlo ahí y sube inmediatamente a tu habitación. No quiero a nadie aquí abajo, ni fuera de sus habitaciones, ¿entendiste?
La solicitud de retirarte a descansar, apenas rozando las ocho de la noche, despierta mi sorpresa. Sé que esta decisión no es movida por benevolencia, sino por alguna intención con respecto al bigotón y no lo quiero saber.