Sirvo el segundo plato cuando escucho murmuros en recepción. Me acerco a la puerta y observo a Noodle sentada en medio del paso. Fregoso tiene un papel en manos que la pequeña le entrega, mientras le explica algo sobre una familia real de Baviera.
— Pero si es idéntico a...
— Lejia —completa Noodle.
—¿Estás diciéndome que Lejía es un aristocrática bávaro? —cuestiona incrédula.
—Aja... — contesta.
De un grito y una patada hacia Noodle que me hace enfurecer, Fregoso le ordena que se vaya por su ginebra y luego saque los sacos de ropa. Ella obedece, y cuando se marcha, la mujer se queda analizando con detenimiento y ahora; un brillo de interés a la imagen de Lejía. Guarda esto en los bolsillos de su vestido y se mete detrás de su mostrador.
No comprendo bien qué sucede, pero elijo continuar con mi tarea. Me acerco a los platos y los coloco cuidadosamente en la bandeja. No obstante, un murmullo de voces vuelve a llamar mi atención. Me acerco de nuevo y entreabro la puerta, descubriendo a la señora Fregoso en lo alto de una escalera. Dirijo mi mirada hacia donde proviene el sonido de Lejía, y me lamento de mi curiosidad, pues lleva un traje que resulta ridículamente pequeño y ceñido, aunque, al menos ha arreglado su cabello con esmero.
—;¿Te cortaste el cabello? — inquiere Fregoso.
— Tal vez sí... — responde moviéndose con coqueteo. Se da la vuelta, y es entonces que me arrepiento de seguir mirando. Lejía se agacha quitando el seguro bajo de la puerta, pero su intención es mostrarle todo el trasero. Hago una mueca de disgusto mirando hacia adentro de la cocina.
—¿De dónde salió el pantaloncillo? —pregunta la mujer.
— De objetos perdidos — responde abriendo la puerta, y mis ojos se expanden mirando la salida como un rayo de esperanza. Lejía camina hacia una silla y pone el pié encima — ¿Por qué?, ¿me queda bien...?
— No — susurro con desagrado.
— Sí, no tan mal, supongo —responde Fregoso con nerviosismo.
— Hum... —musita él caminando directamente a la chimenea. Lo que está sucediendo es súper raro e incómodo.