— Entiendo... Supongo que, ¿Gracias? — digo con una risa leve aún sosteniendo aún mi ojo.
Willy me guía de vuelta a la cama, toma asiento a mi lado, sumido en silencio mientras mantiene la cabeza gacha. Sus mejillas están teñidas de rubor
— Oye... Estoy bien, mira — descubro y abro el ojo.
Él acerca su mano y acaricia el contorno apenas con un toque delicado.
— Ay no, está un poco rojo e inflamado alrededor.
— Bueno, de todas formas ya no duele tanto.
Sujetando su muñeca, intento calmar la inquietud que refleja su rostro, cambiando de tema
— ¿A qué hora crees que aparezca el pequeñín?
Aún absorto y preocupado por mi ojo, lentamente reacciona y responde la pregunta:
— Oh, um... No-normalmente es cuando me voy a dormir, o mejor dicho, cuando finjo que duermo y termino haciéndolo de verdad —añade, robándome una sonrisa.
— Entonces..., ¿deberíamos fingir que dormimos?
— E-eso supongo, sí.
Lentamente nos dejamos caer sobre el colchón, tan pequeño que nuestros cuerpos están demasiado cerca. Nuestro miradas el uno al otro, persisten, y cuando por fin nuestras cabezas tocan la almohada, así nos mantenemos, solo analizándonos en la penumbra de la habitación.