Capítulo 24

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Me levanto y completo mi rutina matutina, cambio a un atuendo nuevo y salgo por fin

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Me levanto y completo mi rutina matutina, cambio a un atuendo nuevo y salgo por fin. Me detengo de golpe al encontrarme con Willy justo en el umbral de su puerta, con su sonrisa encantadora como siempre y las manos hábilmente ocultas detrás de su espalda.

— Buenos días — extiende el gesto sobre sus labios aún más cuando me saluda.

— Buenos días, Willy. ¿Qué haces despierto tan temprano esta mañana?

— B-bueno, anoche no tuve la oportunidad de preguntarte, pero quería saber, si esta vez, te unirás a nosotros en la lavandería.

Formo una mueca y niego desanimada

— Fregoso todavía requiere que esté en la cocina para atender a la señorita Grumbridge.

Su semblante se inclina hacia el suelo, cargado de desánimo, pero luego se eleva hacia mí con un esfuerzo por sonreír.

— Entonces... — su voz sale suave y tan dulce como sus chocolates— aguardaré ansioso el momento de encontrarme con usted esta noche, y deleitarme con esas charlas placenteras y divertidas, señorita.

Lejía pasa por el pasillo y, al vernos, retrocede, da media vuelta y se planta hacia nosotros con los brazos cruzados. Aprieto la mano de Willy y le dedico una última sonrisa enternecida. Comienzo a caminar, y su mano se desliza suavemente de la mía.

A mi llegada a la cocina, me recibe un caos desordenado, suelto un suspiro de frustración y me dispongo a ordenar. Preparo la avena pero Noodle no aparece para recogerla, y eso me inquieta. Como último deber, me inclino para fregar el suelo, No hubo tampoco solicitud de desayuno por parte de la señorita Lopelia, presumiblemente porque salió temprano. Si tan solo pudiera advertirle que no regrese a este infernal lugar.

Escucho la puerta principal abrirse y la estridente voz de Fregoso me indica que la chica ha llegado.

— ¿Cómo te fué, querida? — cuestiona la mujer

— Increíblemente bien. Este lugar rebosa de telas magníficas — responde la recién llegada.

¿Telas magníficas?, ¿Es a caso costurera o algo así?

— Me alegra mucho saberlo, pero cambiando de tema..., creo que tenemos que hablar sobre, el asunto del pago.

Me pongo de pié de inmediato y me acerco a la puerta.

— ¡Desde luego!, claro que sí. Desde mi llegada he estado tan ocupada que ni siquiera he pensado en el pago, cuánto lo siento.

Abro sutilmente la puerta y las tengo perfectamente a la vista.

Lopelia busca en su bolso, sacando un pequeño saco con varias monedas que suenan dentro. En verdad tiene dinero, y me gustaría pensar que Fregoso se conformará con eso pero, si el león ve más carne, querrá devorarla a su presa, completa, así que la exprimirá y buscará la manera de hacer su trampa hasta dejarla sin un centavo.

— Aquí tiene —deposita el dinero en su mano, y los ojos de Fregoso brillan con descaro al mismo tiempo que se esfuerza por mostrarse seria — 25 por noche, como mencionó

¡25 por noche! ¡Qué ruin!.

— Sí, aunque..., son 25 por noche en la habitación, pero requirió otros servicios durante su estadía aquí, señorita

Ay, no, comenzó con sus trampas.

— Pero, no comprendo, jamás mencioné eso.

— Todo está en el contrato que firmó — muestra el papel, dejando caer el extenso contrato

Ella observa desconcertada.

— ¡Eso es estafa! Jamás noté que fuera tanto en el contrato, ¡usted lo ocultó!

— Pues... — se encoge de hombros mientras comienza a reformar el papel en su lugar— debió revisarlo mejor. Ahora, le daré su verdadero total; por usar las escaleras, cama, las sábanas, la almohada — escucharla mencionar todo de nuevo, me trae malos recuerdos — el baño y el desayuno... es un total de treinta mil.

— ¡Qué! ¡No, no puede ser, no pagaré!

— Entonces llamaré a la policía.

— ¡Pues hágalo, llámelos ahora mismo!

— Pues no creo que te vaya tan bien, querida —le planta el contrato en la cara—. Con esto firmado, la que saldrá perjudicada serás tú ¡si no pagas!

— Pero es que —busca de nuevo en su bolso y saca un par de bolsas y un fajo de billetes—Tan solo tengo veinte y ocho mil...

Mi mandíbula se deja caer al escuchar cuánto dinero trae consigo. No puedo evitar sentirme como una persona de muy pocos recursos al recordar cómo llegué a este lugar, aunque me incomoda pensar de esa manera, especialmente porque Willy llegó bajo las mismas circunstancias que yo.

— Lo tomo — sin un descaro, se lo araña de las manos — pero eso quiere decir que todavía me debe.

— No-no, espere, tengo más. —se apresura a quitarse un collar de perlas y piedras preciosas— Esto tiene un valor de dos mil novecientos ochenta. —Fregoso lo toma y lo analiza.

— Que exacta. — menciona sin despegar la vista de la joya. No cabe duda de que le encanta y la quiere para ella. —Hum... bien, eso quiere decir —coloca la joya en la mesa con mirada seria — que tan solo me debe veinte. Dígame, ¿tiene algo más que ofrecerme? —le echa el ojo al par de aretes que ella lleva puestos.

Lopelia, habiendo captado la mirada de la mujer sobre ellos, los cubre negándose a entregarlos.

— No, no tengo nada más —se apresura a decir— Por favor, he dado la mayoría. Prometo que regresaré a darle el resto. —Fregoso niega saliendo de detrás del mostrador y camina amenazándola con la mirada. Ella retrocede con temor.

— No, linda. Aquí se cumple. Como todo huésped, quien no paga por completo...

Su mirada intimidante se voltea hacia mí, cierro la puerta rápidamente, cubriendo mi boca y no porque vaya a gritar

En cambio Fregoso sí lo hace:

— ¡___! — Aprieto los ojos y me animo a salir.

— ¿Sí? — Pregunto, tratando de mantenerme casual.

— Ven aquí, querida. — Mueve su dedo índice, invitándome a acercarme. Nada convencida, me aproximo. —¿Quieres contarle qué hacemos aquí cuando personas como tú o ese olgazan de Wonka no pagan?

Miro a la chica, visiblemente asustada, luego, vuelvo mi rostro hacia Fregoso, cuya expresión refleja diversión.

— No.— respondo concisa y firme — Le ha dado la mayoría.

La sonrisa de la mujer frente a mí se borra dando paso en un segundo a un semblante lleno de ira.

— Y segundo, Willy no es un olgazan: usted y Lejía sí.— ella refunfuña con la molestia cubriendo toda su cara.

— ¡Veinte días trabajando aquí para pagar el resto de tu deuda!— sentencia hacia Lopelia, ella da pasos hacia atrás completamente asustada.

Fregoso me observa y sin apartar la mirada, empuja a la chica de los hombros. Cae por el tubo de la lavandería con un grito ensordecedor.

Mi boca se entreabre con sorpresa, pero entonces se acerca a mí, acorralandome hacia el mismo punto.

— Por husmear y por altanera, tienes 50 más a tu cuenta. ¡TAMBIÉN IRÁS A TRABAJAR ALLÁ ABAJO Y POR LA NOCHE VOLVERÁS AQUÍ!— Me toma de la ropa con brusquedad y me lanza hacia el tubo sin cuidado alguno.

The Sweetest Secret (Willy Wonka y tú)Donde viven las historias. Descúbrelo ahora