Llevo a cabo mi rutina, despertándome esta vez a las tres de la mañana por iniciativa propia. Al salir, no puedo evitar echar un último vistazo a la habitación de Willy, el chico más dulce que he tenido el placer de conocer.En el camino, me topo con Lejía, quien apenas se dirigía hacia mí para levantarme a la fuerza. A pesar del sueño, he amanecido de un humor mucho mejor, y, sin duda, se debe a Willy.
— Buenos días, señor Lejía — saludo con una sonrisa al pasar a su lado.
Él, con el cabello desmarañado y adormilado, me observa extrañado por mi magnífico humor.
Al llegar a la cocina, me embarco en la tarea habitual.
Sé que Fregoso se encarga meticulosamente de que cada gramo de alimento sea contado con precisión, asegurándose de no ofrecer una pizca de más a nadie, ni siquiera a mí. Pero esta vez, me adelanto y preparo un espectacular y delicioso manjar para ellos. Les sirvo generosas porciones, y con astucia organizo la olla donde vierto la avena, colocando primero una base de separación y distribuyendo alimentos debajo.
Todos merecen disfrutar de una buena comida.
— ¡Hola! — entra Noodle en la cocina.
— ¡Hola!.
La saludo echando miradas para asegurarme de que la mujer no esté cerca. Afortunadamente, en esta ocasión, ha decidido no "honrarnos con su presencia".
— ¿Te sientes bien? — cuestiona.
Me agacho lo suficiente, prefiriendo solo por las dudas, hablar por lo bajo:
— Muy bien. Al llegar con los demás, retira la separación que coloqué en esto — entrego la olla — Debajo hay más comida para que le des a los demás.
— ¡¿Qué?!, ¡Fregoso te mandará al armario por esto si se entera!
— Lo soportaré con tal de que ustedes disfruten de algo más que solo avena.
Noodle pasa de la preocupación a admirarme, conmovida.
— Willy tiene razón cuando dice que eres muy bondadosa y muy linda.