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Lee Saerom

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Lee Saerom

Podríamos decir que este era mi segundo viernes hasta tan tarde. No había casi nadie, tal vez algún segurata. Jiheon se marchó así como le he indicado. Masajee mi cuello, por el dolor que sentía, bajando a mis hombros.

Me levanté de mi escritorio para ir a hacer un té. Agradezco al menos tener siempre mis pantuflas en la oficina. Llegué hasta la pequeña cafetería, abrí la puerta con cuidado, pero me detuve en seco justo al escuchar un par de murmullos. No puede ser, otra vez.

Reconocía de espaldas a ese tipo de las veces que, desgraciadamente, lo he tenido que ver así. Tenía a una mujer casi escondida enfrente de él, subida a la mesa, mientras que esta rodeaba sus manos por el cuello de él. No podía creer esta escena, en uno de sus pies, con tacones, sus bragas. Agradecí que no observé la forma que la penetraba por lo grande que era Kim.

Solté la puerta, pero todas las malditas puertas de este lugar hacen ruido. Casi corriendo, llegué a mi oficina, cerrando con prisa. Me senté en mi sofá, agitando mi cabeza, como si aquello sacaría la imagen más cercana de Taehyung teniendo sexo con alguien.

Yo solo quería té, un maldito té para calmar mi ansiedad de tardar tanto en el trabajo, y ahora me sentía peor.

Elevé mi rostro, creí que había quedado loca creyendo que la puerta sonó, pero lo confirmé cuándo esta se abrió. Me levanté con prisa, viendo el perchero de pie, tomándolo entre mis manos con dificultad, ya que pesaba –entre todas las cosas, escogí la más pesada–. Sin darme cuenta, aquel trozo de madera, cayó sobre alguien, alguien equivocado.

Solté el perchero, haciendo ruido. Era Jung, quien se cubrió con sus manos para que una loca –yo–, no le matara.

Fui hasta él, quien tenía un gesto de dolor, que solo me hizo preocupar más.

—¿Pero qué haces Lee?

—No lo sé, tuve miedo de que fuera algún intruso.

Lo escuché bufar, mirando su mano. En la parte de enfrente de su mano, estaba completamente rojo, seguro le quedaría un gran morete.

Sin pedir permiso, tomé su mano y vi como aquello rojo se volvía de un color verde. Me sentí tan mal, es que en serio que es gigante. Tragué saliva, sin saber qué hacer, sintiendo su mirada sobre mí, hasta que recordé que tenía un par de cremas y vendas en el baño de mi oficina.

Lo atraje a mí, para que me siguiera, sin soltar su mano. No tenía hielo, y no creo que haya en la cafetería –el último lugar al que quería ahora–.

—¿Tú crees que esa crema me hará algo?

Asentí, quitándole el botón. Saqué un poco, untándolo en mis dedos, para después pasarlo sobre su mano.

—En serio, lo lamento. Tal vez debería dormir un poco más para dejar de hacerme alucinaciones.

Solté su mano, para verle. Este esbozó una pequeña sonrisa que me parecía, de cierta manera, dulce.

DIONYSUS | KTH & JHS [Sinful #3]Donde viven las historias. Descúbrelo ahora