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Lee Saerom

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Lee Saerom

No podía estar pasándome esto. En otras circunstancias y en otro tipo de relación, estoy segura de que me alegraría de ver a mi madre después de varios meses, pero no.

Me alejé de la puerta, sintiendo mis manos sudar, más sabiendo que Hoseok estaba semidesnudo. Dios mío, no quería creer que ella iba a venir, aunque es capaz de todo, pero ahora no por favor.

El timbre volvió a sonar, y desesperada salí corriendo de vuelta a la habitación, donde Hoseok me miró asustado.

—¿Qué sucede?

—Mi madre está afuera, y lo último que quiero es que sepa que un hombre durmió en mi casa.

Confesé, viendo toda la ropa en el suelo.

—Entiendo. Ahora que no abres la puerta, puede sospechar.

Otra vez el timbre. Empecé a recoger la ropa, haciendo que él también me ayudara.

—Lamento tener que hacer esto, pero toma tus cosas y entra a mi armario.

Gracias al cielo, este parecía entender. Lo ayudé a llevar todo, cerré la puerta y fui hasta el salón. Me daba tanto miedo dejarla pasar, sabía lo que me esperaba, ya podía escuchar sus comentarios clasistas, egoísta y egocéntricos. Lo peor, es que justo cuándo abrí la puerta, recordé que llevaba la camisa de Hoseok.

Frente a mí apareció la imagen de ella, completamente molesta. Sin saludar o decir nada, se adentró a mi hogar.

—Es increíble que tardes tanto en abrir esta maldita puerta.

Suspiré.

—Hola, mamá.

Se quedó de espaldas, viendo o mejor dicho, analizando mi hogar. Cerré la puerta, y me acerqué un poco a ella, para cuándo se giró, me miró con asco.

—¿Me explicas por qué estás tan desalineada? Péinate un poco, por Dios.

—Bienvenida a corea. Es una sorpresa verte por aquí.

Volvió a darme la espalda, fue a sentarse a mi sofá, luciendo completamente incómoda. Miraba con atención toda mi casa, eso iba a ser un problema. Comprendo que ella tenga un gusto completamente distinto, pero antes era capaz de obligarme a cambiar cosas de mi propia habitación, solo por qué no eran de su agrado. Estaba equivocada si piensa que en mi casa podrá hacer algo.

—¿Quieres algo de beber?

—Oye Saerom, ¿cuánto pesas? Lo digo por qué te veo las piernas más gordas, al igual que tus mofletes —Otra vez—. Comprendo que por la genética mía tienes grandes caderas, pero no debes descuidarte.

Bajé la cabeza, aguantando las ganas de decirle algo. Por más que diga, trato de guardar mis comentarios para no faltar el respeto. En estas ocasiones, mi padre saltaba a defenderme, pero cuándo me encontraba sola, como ahora, simplemente guardo silencio, estando segura de que se equivoca.

DIONYSUS | KTH & JHS [Sinful #3]Donde viven las historias. Descúbrelo ahora