17: Asistente de limpieza (2°)

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Pasaron los días y con Tiago teníamos una relación bastante rara. O sea, cada vez que nos cruzamos nos comíamos con la mirada, pero nada más que eso. Más que nada porque siempre teníamos a alguien al lado, pero yo moría por darle un beso. No pude hacerlo durante tres días completos. Y yo no podía aprovecharme demasiado de que trabajo en su casa porque si me veían me podían echar, y era lo último que quería.

Un día, Diego estaba hablando con Tiago en el living comedor, y yo estaba limpiando. (Y escuchando la conversación)

—Hijo, hoy a la noche vienen mis empleados de la guardia, por favor estate presente…

—Naa, pero viejo, yo ya tenía planes para hoy.

—¿Ah, si?

—Sí… Voy a salir con alguien… Por favor dejame…

Diego suspiró y le dió unas palmadas en el hombro.

—Bueno, está bien. Pasala lindo y después me contas como te fue.

Dejé de mirar y escuché como alguien salió del ambiente.

—No te sale ser chusma, rey.

Me giré inmediatamente, era Tiago, hablándome con una sonrisa pícara y cruzado de brazos.

Reí y me acerqué a él dejando las cosas en el suelo.

—¿Yo? Yo no estaba escuchando nada, yo jamás sería capaz de escuchar una conversación ajena, yo no soy así.— Empecé a decir rápidamente sin mirarlo. —¿Con quién sale hoy?— Lo miré, y pregunté más preocupado.

Él soltó una risita.

—Con vos.

Levanté las cejas y sonreí.

—¿En serio?

—Sí.— Respondió de una forma tierna. Se acercó. —¿Querés?

Asentí conmovido, jamás me habían invitado a salir.

Con su sonrisita, que ahora era más dulce, levantó su mano y acarició mi mejilla de una forma muy suave, después se me acercó y me abrazó. Nos separamos antes de que entre alguien, pero fue muy tierna esa situación.

Al finalizar mi horario laboral me dirigí a mi casa. Las chicas me ayudaron, re emocionadas, para ver cómo me vestía. Me vestí con una remera negra, con unos detalles en blanco, un jean negro y unas zapatillas blancas. Bastante básico, pero a la vez me gustaba.

Me vino a buscar, tocó el timbre y abrí la puerta.

—¡NO!— Grité y me tapé los ojos.

—¡AYY! ¿Qué pasa?

—¿¡Cómo se va a clavar esa camisa!?

—¿Me queda mal?— Se miró su prenda.

—Ash… Ojalá.— Salí y cerré la puerta. —Vamos.

Soltó una risa y me agarró de la mano.

Me llevó a un restaurante bastante cheto.

Yo estaba tomando una copa de vino.

—Usted sabe que yo con el vino soy muuuy peligroso, ¿No? O sea… Tomo una copa y no puedo parar.— Dije con la copa en la mano. Ya estaba un poco mareado.

—JAJAJA, bueno tomá despacio.

Hice de todo menos eso. Encima él tomó poquito, y yo me bajé casi toda la botella.

Estábamos caminando por el parque del río, y frenamos justo frente a éste, para respirar un poco de aire fresco. Yo estaba contento comiendo pochoclos

One shoots Litiago 2Donde viven las historias. Descúbrelo ahora