24: Perder (3°)

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La gente se preguntará porqué Tiago me odia, y hay una razón.

Tiempo atrás, antes de que mi mami se muera, él era súper pegajoso conmigo. Le gustaba estar conmigo, abrazarme, charlar, o simplemente mirarme y comerme con la mirada. A mí no me molestaba estar con él, ya que desde el primer momento me cayó muy bien, y lo quise mucho. Y él era especial por el hecho de que no me moleste que me toque o se me acerque.

Dos meses antes…

Una tarde en mi casa, él me pidió hablar a solas.

—Mau… ¿Podemos hablar un toque en tu cuarto?— Me dice. Su gesto ya me adelantaba lo que se venía.

Asentí y fuimos los dos en silencio hacia la habitación. Yo me senté en el borde de la cama, y él se puso a mi lado pero medio enfrentado a mí.

—Bueno…— Empezó a hablar. —Supongo que ya imaginarás lo que te quiero decir… Porque es un poco obvio. Soy un poco obvio.

Suspiré deseando que algo interrumpa el momento y no tener que pasar por eso. Me daba mucha paja.

—Yo… Estoy… Enamorado de vos, Mau… Y… Ya sé que medio mundo se da cuenta, y sé que vos también… Pero bueno, necesitaba que esté claro porque…

De repente me puse de pie dándole la espalda. Me sentía demasiado incómodo.

Él dejó de hablar. Podía sentir su mirada en mi espalda.

—Tiago… Yo no siento lo mismo.— Cerré los ojos. Decírselo me parecía lo más complicado, y ya lo había hecho.

Ninguno de los dos hablaba. Podía notar la desilusión de Tiago. Pero la verdad es que a mí me había comenzado a molestar que él intentara conquistarme, por lo tanto dejarle en claro que yo no sentía nada por él me tranquilizó de cierta forma.

Suspiré profundamente, y lentamente
me di vuelta.

—Perdón gato, pero es así… Yo te veo como un amigo… Y nada más.— Dije sin mirarlo a la cara. Sabía que en mi gesto se notaba la incomodidad.

De reojo ví como asintió con la mirada triste.

—Bueno… Al menos te lo dije… Eso me tranquiliza.— Se puso de pie. Yo no quería ni hacer contacto visual.

Tragué saliva, rasqué mi nuca incómodo, y simplemente me fui de ahí. Había sido el momento más incómodo del mundo, de verdad.

Y desde ahí yo, por alguna razón estúpida, empecé a tratarlo mal. Empecé a ser distante, a no dirigirle la mirada, a alejarme de él, a intentar no cruzarmelo… Empecé a ser un forro.

Conozco a su familia desde chico, y se me hizo costumbre ir y ayudar con los aseos de la casa. Ayudo a su mucama con la cual nos llevamos re bien. Pero cada vez que Tiago pasaba por la cocina o por dónde esté yo, era totalmente incómodo. Él con el tiempo entendió que yo no quería absolutamente nada con él. No quería ni mirarlo, y él lo entendió. Pero se lo tomó demasiado en serio, y que empiece a evitarme, me dolió. Pero… Era tan egoísta sentirme mal por eso, sabiendo que yo se lo hice primero. Soy una persona egoísta. Merezco morir.

El día de la muerte de mamá, él estuvo conmigo sin importar nada que haya pasado antes. Él olvidó todo mi mal trato y me cuidó, me abrazó, me consoló, y estuvo conmigo hasta el último segundo.

Pocas palabras salían de su boca, eran más los abrazos que las palabras. Se notaba su rencor, pero no quiso dejarme solo en ese momento. Mis hermanas se cuidaban entre ellas, y yo con él.

Jamás le agradecí por estar junto a mí en ese momento. Y es algo de lo que me arrepiento muchísimo.

Un mes después de la muerte de Rosa…

One shoots Litiago 2Donde viven las historias. Descúbrelo ahora