11: La empresa (4°)

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Día 16.

Tiago y yo llevábamos como una semana aguantandonos las ganas de tener sexo, y ya lo estábamos necesitando. Era tanto el deseo mutuo, que necesitábamos ese momento de placer.

Por lo tanto, el jueves al terminar el horario laboral, nos dirigimos a su auto.

—¿Vamos a cenar?— Me ofreció.

—Okay, pero esta vez… yo elijo.— Me señalé.

—Mmm…— Dudó. —¿Y a dónde vamos, Maurito?

—Al bodegón de la Milanesa.

Frunció el ceño.

—¿Al qué?

—Ay, chetito, ¿No me diga que nunca comió una milanesa en su vida?

—Obvio que sí, pero no conozco ese lugar.

—Ahora lo va a conocer.— Busqué la dirección en mi celular y él se guió de ahí.

Al llegar, noté su incomodidad. Nos sentamos en una mesa frente a frente.

—Entiendo que esté acostumbrado a los lujos, pero baje un cambio, señor.

—Hay moscas… en la mesa…

—Son inofensivas. Si yo quisiera, podría quejarme de los lugares lujosos a los que va usted.

—¿Y qué quejas tenés?

—El mal servicio, están tres horas para atenderte. La comida es tan "gourmet" que no te llena una mierda. Si vas con un aspecto que no "forma parte de esa clase", te miran raro. En conclusión, todos los lugares tienen su lado malo.

Se quedó callado mirando el lugar.

Yo reí. Tener a mi jefe en uno de mis lugares favoritos, se sentía muy bien.

Comimos MUCHO y tomamos tranqui.

Lo que sí se, es que Tiago se enamoró del lugar, ya que no paró de halagarlo desde que probó las milanesas.

Al llegar la hora de pagar, sacó su billetera.

—No, espere, quiero pagar yo esta vez…— Saqué mi billetera.

—No, Mau, pago yo.

—No, yo… lo invité, o sea fue mi idea venir acá… pago yo.

—Pero es mucha guita, Maurito… pago yo, ¿sí?

—No me importa, quiero pagar yo.

—Pago yo y esta conversación termina acá, ¿okay?— Dijo con un tono más serio.

—¡No!

—Basta, te dije que no se habla más del tema. Voy a pagar yo, ¿está bien?

—¡No!

Él rodó los ojos y suspiró.

—¿Te parece pagar a medias?

—¿¡Por qué no me deja invitarlo!?

—Ya te dije, es mucha plata. ¿Pagamos a medias o pago yo?

Lo miré serio y bufé.

—Pagamos a medias.— Rodé los ojos.

Dejamos la plata en la mesa, y mil de propina cada uno.

—Igual creo que es una banda de propina.— Dije.

—Uuuy, ¿Dónde está el Maurito que siempre piensa en los demás?

Rodé los ojos.

—Fue un comentario.

One shoots Litiago 2Donde viven las historias. Descúbrelo ahora