16: Asistente de limpieza

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Hace un año que trabajo en esta casa, soy uno de los asistentes de limpieza, y la verdad no es un mal trabajo ni ahí, y obviamente que es porque los dueños de la casa son las personas más buenas del mundo.

Los integrantes son:

Diego, el hombre de la casa y el dueño.

Siena, la mujer de Diego. (Nadie la quiere, es bastante conchuda)

Romeo, el hijo mayor.

Tiago, el del medio y el desaparecido ya que estuvo viviendo afuera y nunca lo conocí.

Y Dante, el menor.

También estaban mis compañeras de laburo. Lucrecia, y también Javiera, (que ella es la que nos da la mayoría de las órdenes.

Un día estaba trabajando normalmente, serví el desayuno antes de que se levanten (MUY TEMPRANO: 6:34 AM) Y me dirigí a la cocina para comenzar a ordenar.

Oí cómo de a poco se iban levantando. Pasó una hora aproximadamente, hasta que escuché el timbre y como era costumbre me dirigí a abrir.

—Buen día.— Les dije al salir de la cocina, yendo hacia la puerta.

—¡Buen día Mauro!— Me dijeron todos menos la mujer, con un tono lindo que alegraba mis mañanas.

(Siena no es la madre de los chicos, solamente es la esposa de Diego).

Abrí la puerta y vi a un hombre. A un chico. A un bombonazo. Tuve el placer de verlo relativamente de cerca y la verdad es que casi me enamoro.

—Hola… ¿Sí…?— Dije con una sonrisa medio nerviosa, apoyándome en la puerta haciéndome el canchero.

—Hola.— Dijo, tiene una voz entre grave y HERMOSA. Me miraba con esos ojos negros y me daba ganas de morir.

Ni bien emitió sonido, los integrantes de la casa se giraron para ver hacia la puerta.

—¡TIAGO!— Exclamaron todos a la vez y corrieron para abrazarlo.

Inmediatamente me alejé y me quedé viendo la escena sorprendido. ¿Tiago? ¿El Tiago que yo pienso que es? ¿El hijo desaparecido?

Ah… Con razón las valijas, jaja.

—¿¡Cómo estás, boludo!?— Preguntó exaltado Romeo.

—¡Ni avisas gil!— Le dijo Dante contento abrazándolo.

—¡Me hubieras dicho y te buscábamos, Tiaguito!— Decía Diego con una sonrisa emocionada.

—Quería darles una sorpresa.— Dijo sonriendo.

Miré hacia la mesa y estaba Siena sentada con su mejor cara de culo.

Los chicos entraron, cerraron la puerta y caminaron hacia la mesa.

—¡Me tenés que contar cómo te fue!— Dijo Dante.

—Sí, a todos nos tiene que contar…— Habló Diego. —Pero primero, sentate hijo, tomate un rico desayuno.— Dijo —¡Mauro! Agregale una taza, por favor.— Me habló. Yo salí de mi trance y asentí.

—Sí, enseguida.— Caminé y me metí en la cocina. —La pucha… Que fachero.

Le llevé la taza y un poquito nervioso volví a mi lugar favorito. (La cocina).

Después de un rato, oí cómo las voces disminuían, eso significaba que todos se habían ido a sus respectivas obligaciones.

Los chicos ya eran mayores, por lo tanto se dirigeron a su trabajo. Y no es cualquiera, son dueños de un bar, y ellos son meseros y bartenders, unos capos. Y Diego es médico, toda la plata.

One shoots Litiago 2Donde viven las historias. Descúbrelo ahora