Capítulo 2

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           El nuevo año escolar había comenzado hace unas semanas. Todos se miraban ya agotados por la presión de ser parte de la academia tan codiciada entre los padres por tener una buena educación. Además de que la mayoría de los chicos que se han graduado de este lugar suelen ser solicitados en las mejores universidades por sus grandes talentos y nivel académico. Sin embargo, no todo es de color de rosa como lo pintan la gente.

La pluma de Patricia danzaba sobre el papel como una hechicera conjurando destinos, y su mente maquinaba planes intrincados para dar vida a la trama de amor que tanto anhelaba. Armada con astucia y una observación silenciosa, Patricia se sumergía más profundamente en las vidas de Bruno y Antonella, tejiendo cada hilo de su historia ficticia con destreza literaria. Se podría considerar a Patricia "cabellos de fuego" como un diamante oculto por la diversidad.

En el mundo de Little B-R, Bruno Molina caminaba por los pasillos del instituto, su mirada furtiva buscando a la hermosa Antonella. Los encuentros casuales, las risas compartidas y los roces accidentales llenaban las páginas de su novela web, alimentando las fantasías de sus lectores ávidos de romance adolescente.

Sin embargo, la realidad era una sombra que se cernía sobre las palabras impresas. Bruno veía a Antonella como su mejor amiga, su cómplice de travesuras desde la infancia. Cada escena romántica que Patricia plasmaba con maestría en su cuaderno estaba marcada por una verdad dolorosa: el romance entre Bruno y Antonella parecía inalcanzable.

La escena se desarrollaba en la bulliciosa cafetería de la preparatoria. Bruno, entretenido con su celular, y Antonella acariciando su cabello, parecían habitar mundos separados a pesar de la proximidad física. Mientras Antonella intentaba captar su atención, Bruno parecía sumido en un letargo, respondiendo con desgana a sus llamados.

Antonella, entre risas y conversaciones animadas con sus amigos, buscaba el momento perfecto para expresar algo importante a Bruno. Sin embargo, la apatía del capitán del equipo de baloncesto actuaba como un muro invisible, dificultando cualquier intento de conexión emocional.

En la novela de Patricia, Bruno lanzaba miradas intensas a Antonella, un amor en ciernes que estaba a punto de florecer. Pero la realidad era más cruda. Bruno veía a Antonella como su confidente, su amiga de toda la vida, pero no como la protagonista de un romance apasionado. La miraba más como a un hermano que como a una figura romántica, a pesar de la feminidad que Antonella encarnaba.

Patricia, a medida que observaba la brecha entre sus creaciones literarias y la realidad concreta, suspiró con pesar. Sentía cómo la distancia entre la escritura soñada y la verdad tangible se ampliaba, pero su determinación no flaqueaba. Aunque la ilusión se desvaneciera en el aire, estaba dispuesta a mantener cautivos a sus lectores, envolviéndolos en la magia de un amor que desafiaba las barreras de la amistad.

La cafetería, testigo de tantos secretos y suspiros, se convertía en el escenario donde las ilusiones de Patricia se desplegaban con cada palabra escrita. Aunque la realidad no respondiera a las expectativas, Patricia, con su pluma en mano, seguía forjando un camino entre sombras y suspiros, donde las emociones fluían y los destinos se entretejían en un delicado equilibrio.

— Deja de mirarlos como si quisieras asesinarlos, Patricia.

Santiago comía un sándwich tranquilo, mirando a su amiga perforar las espaldas de sus musas.

— Es insólito. — murmuró Patricia. —. Se nota hasta en china que Antonella está enamorada de Molina, pero él, es que míralo.

Santiago levantó la mirada hacia la mesa donde se encontraba el grupo de amigos, Bruno Molina bostezo aburrido y perezoso.

— ¿Y qué harás?

— Pues, no sé.

Patricia tomó su sándwich de jamón y queso, dándole un gran mordisco sin quitar la mirada de aquellos dos. Su mirada cayó en la entrada de la cafetería en donde se aproximaba la pequeña Kyle, hermanastra de Antonella y también parte del equipo de porristas. Patricia volvió a morder su pan sin quitar la mirada de su novela favorita.

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