La pelirroja apenas podía moverse con soltura, cada paso resonaba como un eco de dolor en su cuerpo entumecido. Cada músculo parecía protestar con vehemencia por el esfuerzo del día anterior. Con paso lento y cuidadoso, Patricia ingresó al salón de clases, donde su amigo Santiago la recibió con una sonrisa burlona.
— Parece que necesitas un poco de aceite en esas bisagras —bromeó Santiago mientras observaba a Patricia luchar por tomar asiento.
— No te burles, Santiago. Me duele hasta el alma —respondió Patricia con una mueca de molestia.
Santiago no pudo contener la risa al ver el estado de su amiga, consciente de que apenas llevaba un día como porrista. Patricia, por su parte, lamentaba no haber pensado mejor su decisión antes de unirse al equipo.
Al llegar a casa, lo único que deseaba era sumergirse en una larga ducha y luego dejarse caer en la cama, sumida en un sueño profundo. Su cuerpo necesitaba recuperarse del duro entrenamiento.
Al despertar al día siguiente, Patricia maldijo en silencio a todas las generaciones de su familia por no haberle dado genes más aptos para el ejercicio físico.
— ¿Cuándo te entregarán el uniforme? —preguntó Santiago, intentando animar a su amiga.
— Creo que la próxima semana, si es que sobrevivo hasta entonces —respondió Patricia con sarcasmo.
Kyle y Morgan entraron al salón de clases, irradiando energía y vitalidad. La diferencia entre ellos y Patricia era evidente, como si pertenecieran a mundos completamente diferentes.
— Vamos, Paty, confío en ti. Sé que puedes durar al menos una semana —dijo Morgan, tratando de infundirle ánimo.
— A este ritmo, Santi, tendrás que asistir a mi funeral en lugar de mis partidos de porrista —bromeó Patricia, aunque en el fondo se sentía abrumada por la idea de enfrentar otro día de entrenamiento.
— Piensa en positivo, ya eres parte del equipo. Estás un paso más cerca de lograr tu objetivo —intervino Santiago, tratando de levantarle el ánimo a su amiga.
— Oh, Dios, no me digas eso. Creo que esa chica solo quiere verme morir en el ensayo —respondió Patricia con una sonrisa forzada, pero su preocupación era evidente.
— Dudo que sea para tanto. Solo quieren dar lo mejor para el equipo.
Al salir del salón junto a Santiago, Patricia tomó un camino distinto, encaminándose hacia la biblioteca en busca de un poco más de paz y silencio para poder concentrarse en su escritura. Al entrar, saludó con una sonrisa a la señora Myriam, la bibliotecaria, quien le devolvió el saludo con amabilidad antes de regresar a sus tareas.
Patricia caminó hacia el fondo de la biblioteca, buscando una mesa que le ofreciera una vista tranquila del patio trasero a través de la ventana. Sacó su libreta y un lápiz, sintiendo el impulso de dejar fluir su creatividad. Sin embargo, al revisar sus apuntes, se encontró con que no tenía mucho material inspirador; solo algunas notas sobre el último partido de Bruno y su habilidad en la cancha. Aunque no parecía gran cosa, Patricia reflexionó sobre cómo podría encontrar una perspectiva interesante para su escritura a partir de ese tema.
Patricia se sumergió en sus pensamientos, tratando de encontrar un ángulo intrigante que pudiera desarrollar a partir de las habilidades deportivas de Bruno. Mientras observaba el patio trasero a través de la ventana, su mente divagaba entre las posibles historias que podrían surgir de aquel contexto.
Quizás podría explorar la pasión y determinación de Bruno por el deporte, contrastándola con la perspectiva de alguien que no comparte ese mismo fervor por la actividad física. O tal vez podría enfocarse en el aspecto emocional del juego, explorando cómo los momentos de victoria y derrota moldean la identidad de un atleta.
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Cheerleader
FanfictionEn la monótona atmósfera de la Academia Privada Aurora, Patricia Castro, una escritora apasionada anónima en busca de la esencia de la vida estudiantil, se sumerge en un camino de intrigas y romances inesperados. Cuando la monotonía se desvanece, el...