Patricia caminaba por los pasillos de la academia con los auriculares puestos, tratando de bloquear el mundo que la rodeaba. Ignoraba por completo los intentos de disculpa de Santiago, quien la seguía a paso lento, tratando desesperadamente de captar su atención.
Para Patricia, ese día fue el peor de todos y fue los días siguientes una continuación de una serie interminable de desgracias. Durante las clases de porristas, se encontraba atrapada en un ciclo de karma negativo. Kyle seguía hablándole pero se le notaba un cierto resentimiento, Morgan se dedicaba a lanzarle bromas pesadas, mientras que Antonella construía una muralla entre ellas, afectando su dinámica en el equipo y para su objetivo.
Bruno, ocupado con los preparativos para el próximo juego, apenas cruzaba un par de palabras con ella, algo que Patricia también contribuía al evitar deliberadamente escapando de él.
La noticia del pequeño espectáculo en la cafetería se había extendido por toda la academia, y Patricia se encontraba sumergida en el silencio helado que la rodeaba.
Santiago, ya frustrado, le quitó el celular de las manos, buscando una disculpa que parecía no llegar.
- ¡Hey! ¡Devuélvemelo! -exclamó Patricia, tratando de recuperar su teléfono.
- No, hasta que me perdones -respondió Santiago, firme en su decisión.
- ¿Por qué debería perdonarte? ¡Por tu culpa pasé el mayor bochorno de mi vida! -protestó Patricia, sintiendo cómo la injusticia crecía en su pecho.
- No exageres ¿sí? Lo hice con buena intención. Además, él parecía muy interesado en hablar contigo. Solo estaba siendo un buen amigo, Patricia -intentó explicar, Santiago, buscando comprensión en sus palabras.
- ¡Pues tu buena intención fue un completo desastre! ¡Antonella no me quiere ver ni en pintura! Morgan parece estar buscando la menor oportunidad para derribarme, y Kyle... bueno, Kyle solo me saluda con una sonrisa que parece más una mueca mal hecha -se quejó, sintiéndose abrumada por la situación.
- ¡Bueno! Entonces deberías agradecerme más, porque al menos ahora ves sus verdaderas caras -replicó Santiago, intentando hacerla reflexionar.
- ¡Ay, Santiago! ¡Mi novela es un completo desastre gracias a este imprevisto! -se quejó Patricia, tomando su celular y volviendo a caminar hacia la salida. Solo quería llegar a casa y refugiarse en su habitación.
Santiago la siguió en silencio. Ambos amigos no dijeron nada más, sintiendo la fría brisa de la tarde en sus cuerpos.
- ¿Me perdonas? -murmuró Santiago, buscando reconciliarse.
Patricia lo miró de reojo y luego se detuvo, mirándolo directamente.
- ¡Oh! Vamos, Patricia. No volveré a hacerlo, lo juro.
- Prométemelo, Santiago, por el maldito meñique, prométemelo -dijo Patricia, deteniendo su paso y entrelazando su dedo con el de su amigo.
- ¡Te lo prometo, mi linda manzanita! -respondió Santiago, alzando su meñique con una gran sonrisa.
Patricia sintió el peso de los brazos de su amigo y una leve sonrisa divertida comenzó a asomarse por sus labios. Al salir de la academia, ambos se dirigieron hacia la casa de la pelirroja.
- Y al final, ¿qué ocurrió realmente? -preguntó Santiago, tratando de saciar su curiosidad.
- Santiago... -advirtió Patricia con una mirada.
- ¿Qué? No, Patricia, solo te estoy preguntando tu versión. Se rumorean muchas cosas, pero tu versión es la real.
Ambos se miraron combatiendo con sus miradas hasta que uno de los dos se rindió, ella suspiró y volvió a caminar a paso lento.
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Cheerleader
FanfictionEn la monótona atmósfera de la Academia Privada Aurora, Patricia Castro, una escritora apasionada anónima en busca de la esencia de la vida estudiantil, se sumerge en un camino de intrigas y romances inesperados. Cuando la monotonía se desvanece, el...