Capítulo 13

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Los días avanzaban y ya se encontraban frente a frente al siguiente juego el 19 de abril.

Tan solo cinco días de preparación para poder vencer al siguiente rival, y Bruno estaba sintiendo la presión aumentar con cada día que pasaba. A medida que se acercaba la fecha del juego, los entrenamientos se volvían más intensos y exigentes. El equipo de baloncesto se encontraba en plena preparación física y táctica, dedicando largas horas en el gimnasio y en la cancha para pulir su juego y fortalecer su estrategia.

Bruno, como capitán del equipo, sentía el peso de la responsabilidad sobre sus hombros. Sabía que este próximo juego era crucial para el equipo y para su reputación como líder. Se esforzaba por mantener la moral alta entre sus compañeros de equipo, alentándolos a dar lo mejor de sí mismos en cada entrenamiento y a permanecer enfocados en el objetivo final: la victoria.

Los días pasaban rápido, aunque en algún punto él deseaba que no, y Bruno sentía cómo la ansiedad crecía dentro de él. Se obsesionaba con cada detalle del juego, repasando mentalmente cada jugada, cada estrategia, en un esfuerzo por anticiparse a los movimientos del equipo rival. No podía permitirse cometer errores; el honor del equipo estaba en juego.

— Cinco minutos de descanso, chicos. Buen trabajo. — dijo el entrenador. Bruno y los demás fueron directo en busca de sus botellas de agua, sudados y con la respiración agitada.

— ¿Qué te parece? — comentó Pablo, alzando su mentón hacia las porristas. Bruno desvió su mirada hacia la práctica de las animadoras, donde era normal escuchar el reclamo de las capitanas hacia las nuevas, sobre todo a la pelirroja.

Pablo, con su característico sentido del humor, señaló que las críticas hacia la nueva integrante, Patricia, no pasaron desapercibidas para la academia. Sin embargo, Bruno, con una mirada más aguda, notaba los pequeños avances de la pelirroja en su desempeño.

Bruno discretamente disfrutaba ver a aquella chica seguir forzosamente la coreografía y, a decir verdad, con el paso de los días había ido mejorando, ya se movía con más sincronización.

— ¿Quién diría que la peor postulante acabaría animándonos en el próximo juego? — volvió a hablar Pablo, riendo de las chicas. — La vida nos da sorpresas, ¿no crees, Bruno?

— Mientras no interfiera en mis prácticas, no tengo drama con verla todos los días.

— Eres tan poco gentil, Bruno.

— Si fuera gentil, Pablo, no sería capitán del equipo. Ahora mueve tu culo de mi vista, tengo que hablar con el entrenador. ¿En dónde se fue a meter?

Pablo volvió a alzar la vista y Bruno volteó en busca de aquel hombre cuarentón conversando con la profesora de las porristas. Bruno dejó su botella dentro del bolso y bajó las gradas en dirección hacia su entrenador para hablar sobre algunos puntos importantes del próximo partido en la sede de Rivertown. Mientras caminaba, su mirada se desvió hacia las porristas, donde el cabello rojo sujeto con su típica coleta alta resaltaba, aunque estuviera al final de la fila.

La conversación con Pablo sacó a relucir una faceta de Bruno que normalmente se ocultaba bajo su fachada de capitán serio y determinado. Aunque sus palabras podían sonar duras, su observación silenciosa de Patricia sugería una opinión más matizada. Reconocía el valor de la persistencia de Patricia, su voluntad de mejorar a pesar de las críticas y los obstáculos.

La disposición de Patricia para superarse a sí misma y su coraje para seguir adelante, a pesar de las adversidades, no pasaron desapercibidos para Bruno. Aunque su enfoque principal seguía siendo el éxito del equipo en el próximo juego, no podía evitar sentir cierta curiosidad por el progreso de Patricia y su integración en el grupo de porristas.

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