Santiago se carcajeaba en la habitación de su mejor amiga, con lágrimas en los ojos, mientras ella ocultaba su rostro bajo las sábanas blancas. Aquel sábado por la mañana, Patricia tuvo la no tan sorprendente visita de su mejor amigo, quien estaba ansioso por hablar con ella sobre su primer partido animando a los jugadores.Patricia recordaba una y otra vez aquella vergonzosa escena, donde momentáneamente todos habían quedado en silencio, esperando el punto ganador. Su mente estaba tan ocupada que no se dio cuenta de que todos estaban en completo silencio cuando tomó el valor de gritar el nombre de Bruno. Su cuerpo hirvió y se congeló en cuestión de segundos por la vergüenza. Bruno la había escuchado; se volteó a mirarla justo cuando la pelota caía dentro del aro.
Ambos se miraban con diferentes emociones: Patricia con ganas de desaparecer de la tierra, mientras que Bruno estaba realmente confundido y asombrado por la voz tan fuerte de aquella pelirroja torpe. La situación era incómoda, y ninguno sabía qué decir o cómo reaccionar ante lo sucedido.
Obviamente, ella lo evitó todo lo que quedaba de la tarde hasta llegar a su casa a ahogarse con su pena.
―¡Debí ir! ¡Si no fuera porque tenía asuntos con el club de teatro! —se quejó entre risas Santiago.
―¡No! Porque seguro te reías de mí ahí mismo. Fue tan vergonzoso.
―Daría lo que fuera por ver sus reacciones, es que eres tan torpe, Patricia. ¿En qué estabas pensando?
―¡En eso! Realmente pensé que no iba a escuchar.
―Pues ya viste que sí, entre todos los gritos solo escucho el tuyo... —murmuró con cierto tono sugestivo. Ella se quitó las sábanas de la cara para verlo.
―¿A qué te refieres?
Santiago guardó silencio analizando los detalles que hasta el momento él conocía, pero soltó un respiro y tomó un cuaderno de Patricia para verlo mientras se giraba en la silla del escritorio.
―Nada, olvídalo. ¿Has avanzado algo en tu novela?
―¡No! —respondió rápido—. ¡No tengo la fuerza física ni mental ni siquiera para agarrar un lápiz y escribir algo! En verdad no sé en qué estaba pensando al unirme a este equipo, solo paso vergüenzas.
―No seas dramática, chica de fuego. Te puedo ayudar si quieres.
―¿De verdad harías eso por mí?
―Claro que sí, siempre estoy aquí para ti, ¿no? Además, necesitas sacar todo eso de tu sistema y seguir adelante. No puedes dejar que un pequeño tropiezo te detenga. Además, ¿quién sabe? Tal vez esta experiencia te dé algo bueno para tu novela.
Patricia asintió con la cabeza, sintiendo un poco de alivio ante la oferta de ayuda de su amigo.
―Gracias, Santiago. Realmente aprecio tu apoyo. Supongo que debería intentar superarlo y seguir adelante.
Santiago le dedicó una sonrisa tranquilizadora.
―Exacto. Ahora, ¿por qué no tratamos de escribir algo juntos? Podría ser divertido y, quién sabe, tal vez saquemos algo grandioso de esto.
Patricia sonrió ante la idea, sintiéndose un poco más optimista. Buscó su libreta en su mochila y la sacó, Santiago se levantó de la silla y se lanzó a la cama junto con ella. Ambos leyeron lo último que la joven había escrito, Santiago al leerlo desvió un poco su mirada hacia Patricia con una mirada que decía mucho más, ella volvió a enrojecer.
―¿Qué?
―El imponente de Bruno te tiene más que fascinada ¿No?
―Claro que no, solo es relleno. No me interesa ese tipo de cosas, cada palabra que agrego es un número más de relleno.
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Cheerleader
FanfictionEn la monótona atmósfera de la Academia Privada Aurora, Patricia Castro, una escritora apasionada anónima en busca de la esencia de la vida estudiantil, se sumerge en un camino de intrigas y romances inesperados. Cuando la monotonía se desvanece, el...