Patricia se dejó caer en su cama de edredón púrpura, rodeada de estantes repletos de libros. La luz de la tarde se filtraba por las cortinas de gasa, proyectando sombras danzantes sobre las paredes decoradas con carteles de sus autores favoritos. Sentía un nudo en el estómago mientras intentaba explicarse. La culpa y la vergüenza se mezclaban con una extraña emoción que no quería nombrar cada vez que pensaba en Bruno.
Kansas estaba eufórica en la casa de la pelirroja, su entusiasmo palpable. La siguió sin descanso; su hermana y padres habían salido por la tarde de compras al supermercado, dejándolas solas.
—¡No me ignores, Patricia Castro! —gritó Kansas, su voz resonando en la habitación.
—¡Kansas, por favor! Me duele la cabeza —suplicó Patricia, tratando de poner fin a la conversación.
—No, amiga, a mí no me vengas con esas cosas. —Kansas se sentó en la cama y, sin previo aviso, tomó del rostro a la pelirroja y acercó sus rostros a cortos centímetros observandola con intensidad—. Te gusta Bruno.
—¡Claro que no! —exclamó Patricia, apartándose rápidamente y lanzándose aire con las manos—. Son ideas locas que pasan por tu cabeza.
—Entonces explícamelo. ¡Explícame qué pasó en ese baño!
—¡Nada! Solo estaba tomando agua.
—Vamos, Patricia, no me vengas con cuentos. Lo vi todo con mis propios ojos. Bruno y tú estaban así de cerca, sentí la tensión.
—¿Nos estuviste espiando?
—No, claro que no, fue casualidad, pero descuida, solo yo los vi y cuidé la retaguardia de esas arpías.
—¡Kansas!
—Oh, vamos Patricia. El chico te manoseó como quiso y tú lo dejaste sin objeción.
—Eso no fue así, solo estaba impactada por su cercanía.
—Amiga, cualquiera queda tiesa si el amor de tu vida te toquetea así como lo hizo Bruno. Unos minutos más y tú de ahí no salías pura y casta.
—¡Por favor, Kansas! ¡Mi familia te puede escuchar! —Patricia miró hacia la puerta, como si esperara que alguien entrara en cualquier momento.
—No están, pelirroja, ya bájale. Ahora dime, aquí en confianza, ¿sentiste que todo tu cuerpo se calentaba con cada caricia de Bruno? Porque mientras yo los miraba si sentí cositas de mujer.
Patricia no sabia si reir o lanzarle una almohada por la cabeza a la chica frente a ella.
—No voy a hablar de eso, no sentí nada. Solo estuve impactada además de agotada, el ejercicio nunca fue mi fuerte. —Patricia se cruzó de brazos, intentando parecer firme, pero su voz temblaba ligeramente.
Kansas se levantó de la cama y dio unos pasos hacia Patricia, mirándola con una mezcla de compasión y determinación.
—Patricia, sé que es difícil admitirlo, pero te gusta Bruno y eso está bien. No hay nada de malo en ello.
—¡Kansas! —exclamó Patricia, levantándose de la cama y mirando fijamente a su amiga—. ¡No puedo gustarle a Bruno! ¡Él es totalmente incompatible conmigo! Debería estar con alguien más guapa y de su nivel, como Antonella.
—¿Según quién? ¡Eres hermosa! Si yo tuviera preferencias lésbicas, estaría detrás de ti en un abrir y cerrar de ojos, pero me gustan los hombres. Es lamentable, pero es la realidad. Auqnue sigo firme con que serias mi tipo ideal.
—¡No digas esas cosas, por favor! —Patricia caminó hacia su escritorio y comenzó a rebuscar entre sus cuadernos—. Agradezco el cumplido pero me siento un poco incomoda saber que quieres manosearme... pero volviendo al tema, no es mi caso con Bruno.
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Cheerleader
FanfictionEn la monótona atmósfera de la Academia Privada Aurora, Patricia Castro, una escritora apasionada anónima en busca de la esencia de la vida estudiantil, se sumerge en un camino de intrigas y romances inesperados. Cuando la monotonía se desvanece, el...