El día del partido llegó, y el ambiente en la academia era eléctrico. Los gritos de los compañeros resonaban por los pasillos, pero para Patricia, todo se sentía como una tormenta desatada en su interior. La emoción de la jornada contrastaba con la confusión y la incomodidad que sentía al pensar en Bruno.
Mientras su equipo de porristas se preparaba, Patricia se esforzaba por concentrarse en los pasos de la rutina. Sin embargo, sus pensamientos se desviaban una y otra vez hacia el beso inesperado que había compartido con Bruno. La idea de enfrentarlo nuevamente le causaba una mezcla de ansiedad y resistencia.
Cuando el partido comenzó, Patricia se mantuvo a un lado, tratando de evitar cualquier contacto visual con Bruno. Él estaba en la cancha, corriendo de un lado a otro, y su presencia la hacía sentir expuesta. Cada vez que pasaba cerca, el corazón de Patricia se aceleraba, pero se obligaba a mantenerse firme, ignorando el pequeño nudo en su estómago.
-¡Vamos, Patricia! ¡Anima! -le gritó una de sus compañeras, sacándola de sus pensamientos.
Patricia sonrió forzadamente y levantó los pompones, pero sus ojos estaban fijos en Bruno. Él la buscó entre la multitud, y sus miradas se encontraron por un breve instante. Bruno sonrió, pero ella rápidamente apartó la mirada, sintiendo que se le escapaba el aliento. ¿Por qué no podía simplemente olvidarse de todo?
Mientras el juego avanzaba, Bruno hizo una jugada impresionante, logrando encestar el balón con una acrobacia que dejó a todos boquiabiertos. La multitud estalló en vítores, y él, con el cabello despeinado y la camiseta empapada en sudor, buscó a Patricia de nuevo. Sus ojos brillaban con la emoción del triunfo, pero la reacción de ella fue instantánea: apartó la vista y se enfocó en sus compañeras.
-¡Increíble tiro, capitán! -gritó un compañero, palmeándolo en la espalda mientras Bruno se acercaba al banco.
Patricia sintió que el mundo a su alrededor se desvanecía. La presión en su pecho aumentaba con cada segundo que pasaba. Intentó sumergirse en la rutina, pero la necesidad de escapar era abrumadora. Decidió dar una vuelta a la cancha, pensando que así podría evitar cualquier encuentro incómodo.
Bruno la observo moverse por la esquina de la cancha comí una pequeña hormiga escurridiza, sonrió y bebió un trago de la botella de agua.
- Voy al baño. - dijo Bruno al entrenador - regreso en unos minutos.
- No te demores tanto, son 15 minutos de tiempo y debemos planear la siguiente jugada.
Bruno asintió y se levantó caminando despreocupadamente por la cancha.
Patricia por su lado se escondió entre la pared y las gradas. Con un fallido intento de controlar su propia respiración y agitado corazón, cuando volvió a sentirse más calmada, se volteo para regresar pero una mano la tomo del brazo y la jalo, cubriéndole la boca, ella se asustó.
- Silencio, pelirroja. - susurro Bruno contra su oido- no hagas ruido y ven conmigo.
No tuvo tiempo para protestar, Bruno la metió al baño de hombres sin siquiera dudarlo, el de chicas ya sabía que era un problema y que podrían molestarlo, el de chicos no.
Patricia se sintió espantada al ver cómo Bruno cerraba la puerta. Miro algo horrorizada el baño, no era lo más pulcro que había pero si decente sin embargo su mente no estaba pensando en si la limpieza era la correcta en ese momento.
Miro a Bruno con ojos temblorosos y nerviosos.Él se acercó y cada paso era dos o tres retrocesos de ella hasta que choco con el frío lavamanos.
- ¿Qué... - murmuró Patricia con un hilo de voz- Qué estás haciendo?
Bruno coloco sus dos brazos a sus costados, acorralando su cuerpo con el de ella. Se veía más grande y alto, tan imponente que sus piernas temblaron como gelatina.
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Cheerleader
FanfictionEn la monótona atmósfera de la Academia Privada Aurora, Patricia Castro, una escritora apasionada anónima en busca de la esencia de la vida estudiantil, se sumerge en un camino de intrigas y romances inesperados. Cuando la monotonía se desvanece, el...