Las manos de Patricia temblaban mientras soltaban la camisa arrugada de Bruno. Dio un paso atrás, tropezando ligeramente, su falda escolar torcida y su cabello pelirrojo despeinado. Bruno se quedó inmóvil, su respiración agitada haciendo que su pecho subiera y bajara visiblemente. Su corbata colgaba floja alrededor de su cuello y varios los botones de la camisa sueltos.
Patricia pasó una mano temblorosa por su pelo, intentando alisarlo.
—No vuelvas a besarme —dijo, con la voz quebrada traicionando su nerviosismo. Sus dedos torpes luchaban por alisar su uniforme.
Bruno la observaba intensamente, apoyándose contra el borde del estante para mantener el equilibrio. Una sonrisa torcida se formó en sus labios hinchados por el beso.
—Disculpa, pero yo no te he besado, Pelirroja.
Patricia alzó la vista bruscamente, sus ojos abiertos de par en par.
—¿Disculpa? ¿Qué quieres decir? —Cruzó los brazos sobre su pecho, como protegiéndose.
Bruno se enderezó, pasándose una mano por el cabello oscuro desordenado.
—Tú me besaste a mí —respondió, ajustándose la camisa sin apartar la mirada de ella—. Yo sólo lo seguí por cortesía.
El rostro de Patricia se encendió de un rojo intenso. Abrió la boca para protestar, pero las palabras se le atascaron en la garganta. Bruno aprovechó su silencio para acercarse, tomando su mano. Patricia observó, paralizada, cómo él volvio a besar sus labios y la besaba suavemente, un pequeño roce.
El contacto la sobresaltó y Patricia lo empujo.
—¿Qué haces? —exclamó, retrocediendo hasta que su espalda chocó contra los estantes de libros.
Bruno avanzó, acortando nuevamente la distancia entre ellos.
—Simplemente te estoy devolviendo el beso —respondió, su voz baja y ronca.
Patricia giró la cabeza, evitando su mirada.
—Yo no te di permiso para besarme —murmuró, sus dedos jugando nerviosamente con el dobladillo de su falda.
Bruno se inclinó, su aliento cálido rozando la oreja de Patricia.
—No necesito permiso para besarte, Pelirroja —susurró— de hecho podria decir que estamos a mano.
Patricia se estremeció visiblemente, sus manos apretándose en puños a sus costados. Bruno aprovechó su confusión al tomarla de la barbilla, obligándola a mirarlo.
— ¿No te gusto?—dijo, con sus ojos oscuros fijos en los de ella— Si quieres puedo hacerlo mejor.
Patricia intentó zafarse, pero Bruno la tenía acorralada contra los estantes.
—No, gracias —protestó débilmente, su voz apenas audible.
—No te escapes, Pelirroja —Bruno se acercó aún más, sus cuerpos casi tocándose— Tú dime lo que quieres y yo lo hare.
Patricia podía sentir el calor emanando del cuerpo de Bruno, su colonia mezclándose con el aroma a libros y madera vieja de la biblioteca. Por un momento, pareció que iba a ceder, sus ojos bajando a los labios de Bruno.
Pero entonces, como si despertara de un trance, Patricia lo empujó con todas sus fuerzas.
—¡Suéltame! —gritó, su voz resonando en la biblioteca prácticamente vacía.
Bruno trastabilló hacia atrás, sorprendido por la repentina fuerza de Patricia. Se le pasó una mano por el cabello, desordenándolo aún más.
—Está bien —dijo, recuperando su compostura—. Solo fue un beso y ya. ¿O es que acaso nunca habías besado a nadie?
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Cheerleader
FanfictionEn la monótona atmósfera de la Academia Privada Aurora, Patricia Castro, una escritora apasionada anónima en busca de la esencia de la vida estudiantil, se sumerge en un camino de intrigas y romances inesperados. Cuando la monotonía se desvanece, el...