La emoción de Patricia por unirse al equipo de porristas crecía con cada día que pasaba. La Academia Privada Aurora zumbaba con la expectativa de las audiciones, y Patricia estaba decidida a brillar en el escenario como nunca. Sin embargo, sus intentos iniciales de aprender las coreografías resultaron más desafiantes de lo que había anticipado.
Después de que todos los alumnos se retiraban a sus casas, el gimnasio resonaba con la música animada que Patricia había elegido para su audición. Vestida con una polera blanca suelta, un buzo negro y pompones en mano, intentaba seguir los movimientos que ella misma había ideado. Sin embargo, algo no encajaba. Los pasos parecían descoordinados, y el ritmo se le escapaba entre los dedos.
Frustrada, Patricia se detuvo y dejó caer los pompones al suelo. Respiró hondo, intentando calmarse antes de que la autocrítica se apoderara de ella. A pesar de practicar todos los días en su casa y algunos días que los chicos no ocupaban el gimnasio, su descoordinación seguía siendo evidente. Santiago, su amigo, solía darle ánimos, pero últimamente estaba ocupado con el grupo de teatro, y Patricia se encontraba sola en sus ensayos.
Con la respiración agitada, se mentalizó para volver a intentar seguir la coreografía. Había pensado en pedirle ayuda a Kyle, pero después de descubrir su secreto, le resultaba vergonzoso verla a los ojos. Además, Patricia no sabía mentir.
Reprodujo la música desde el inicio, con los pompones en manos, comenzó a bailar. Su cabello rojizo se balanceaba con cada movimiento de su coleta alta. Subía y bajaba los brazos, daba vueltas en su eje y saltaba enérgicamente, pero su cuerpo ya pesaba y no tenía la energía suficiente para seguir. Se detuvo, respirando con dificultad, apoyando sus manos en las rodillas cuando percibió que algo andaba mal. Patricia alzó la vista hacia la puerta y se encontró directamente con Bruno Molina.
Enderezó su cuerpo y corrió a bajarle el volumen a su equipo. Bruno la observaba con su típico rostro serio y carraspeó mientras caminaba hacia el aro de la cancha.
- Lo siento, pensé que no había nadie en el colegio -dijo Bruno, mirándola de reojo.
Patricia, con el rostro rojo por el cansancio, asintió con la cabeza sin saber qué decir.
- Descuida -su voz sonó más temblorosa de lo esperado-. Yo también creí que no había nadie más.
Bruno sostenía una pelota de baloncesto en sus manos, mirando la cancha. Volvió a hablar:
- Yo solo vengo a encestar un poco, no te preocupes. No me fijaré en tus cosas, ¿ok?
- No, descuida. Yo ya me iba. Es tarde y me esperan en casa. Fue mucho ensayo por hoy -respondió Patricia recogiendo sus pompones nerviosamente. Bruno se volteó a verla un poco confundido, pero solo alzó los hombros restando importancia.
- Cierra la puerta cuando salgas -y sin decir nada más, alzó la pelota entre sus dedos y la lanzó hacia el aro, encestándola en el primer intento. Patricia observaba impresionada aquella jugada, parpadeó unos segundos para darse cuenta de que lo miraba atónita.
Bruno caminaba hacia la pelota que rebotaba haciendo un sonido hueco en el gimnasio. Ella sin pensarlo volvió a fijar sus movimientos. Vestía de manera casual, con una polera blanca simple y unos jeans informales. Su cabello estaba atado por la coleta que solía usar con regularidad; incluso sus aretes eran más visibles esta vez. Sus movimientos dejaban entrever los leves músculos que se marcaban bajo la tela de su polera. Aunque Patricia comprendía el interés de las chicas sobre él, lo único malo era...
- ¿Todavía no te vas? -dijo Bruno mirando a Patricia con una ceja alzada. Al parecer, se había quedado hipnotizada por su presencia. Parecía molesto con la presencia de ella en el gimnasio, pero le molestaba más que lo observara así como lo estaba haciendo.
- Sí, ya me voy. Solo estaba pensando. -Patricia tomó su parlante y caminó hacia su mochila que había dejado a un costado de la cancha. Escuchó cómo Bruno rebotaba la pelota en el piso y luego volvía a sonar cuando encestaba en el aro.
- ¿Vas a audicionar para el equipo de porristas?
La pregunta llegó como una suave brisa en el desierto. Patricia se giró para ver a Bruno otra vez con la pelota entre sus manos, pero esta vez la hacía girar en el dedo con mucha facilidad.
Patricia, sorprendida por la pregunta, asintió nerviosa.
- Sí, así es. Quiero formar parte del equipo de porristas -respondió Patricia, tratando de ocultar la evidente emoción en su voz.
Bruno dejó de hacer girar la pelota y la miró con una ceja alzada, como si evaluara la idea.
- Hmm, interesante. Nunca te había imaginado como porrista.
La respuesta de Bruno no fue exactamente lo que Patricia esperaba, y sus inseguridades se intensificaron. Pero después de analizar lo que dijo, ella habló:
- ¿Sabes quién soy?
- Claro que lo sé, eres la compañera de Kyle, te he visto en educación física, pero... no sé, ¿realmente crees tener las habilidades para ser porrista?
Patricia, sintiéndose desafiada, liberó su cabello rojizo de la coleta, dejándolo caer sobre sus hombros. Ajustó sus lentes con determinación.
- ¡Claro que tengo las habilidades! -respondió con voz firme.
Bruno, aparentemente indiferente, asintió con la cabeza y se giró mirando el aro otra vez.
- Bueno, si así lo crees.
Bruno se encogió de hombros y lanzó la pelota hacia el aro, encestándola con facilidad. Patricia, sintiendo la necesidad de demostrar su valía, tomó una decisión impulsiva.
- Voy a entrar al equipo de porristas.
Bruno la miró con una mezcla de escepticismo y curiosidad, pero no dijo nada más. Patricia, con una mezcla de molestia y determinación, salió corriendo del gimnasio. Cerró la puerta con fuerza, lamentándolo de inmediato porque si algo sabia de Bruno es que cuidaba mucho del gimnasio ya que era como su templo, y un escalofrió recorrió todo su cuerpo desde arriba hacia abajo, sin querer ver a Bruno enojado, se apresuró hacia el estacionamiento.
En el estacionamiento, Patricia encontró su bicicleta y la única moto que destacaba. Tomó su casco, colocó su mochila en el canasto y comenzó a pedalear torpemente para alejarse de aquel lugar.
Esta era la segunda vez que hablaba con él, en el mismo lugar y exactamente a la misma hora. Sin embargo, algo en el aire sugería que este encuentro podría ser el comienzo de algo inesperado y no parecía ser una buena sensación.
Sin saberlo, se estaba metiendo en la boca del lobo.
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Cheerleader
FanfictionEn la monótona atmósfera de la Academia Privada Aurora, Patricia Castro, una escritora apasionada anónima en busca de la esencia de la vida estudiantil, se sumerge en un camino de intrigas y romances inesperados. Cuando la monotonía se desvanece, el...