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Los días transcurrieron, y Hela y Elysia compartieron momentos íntimos lejos del bullicio del palacio. En un rincón apartado de Asgard, se encontraban entrenando, pero entre golpes y movimientos gráciles, también se entretejía una conexión más allá de la batalla. La complicidad y la complicidad se manifestaban en gestos, miradas y toques que denotaban el vínculo creciente entre ambas. Aunque la oscuridad seguía siendo parte de Hela, Elysia lograba vislumbrar la chispa de humanidad y ternura que yacía oculta en la Diosa de la Muerte.

Elysia paró por un momento y miró a Hela, quien sostenía su espada con firmeza.

Elysia: ¿Nunca te cansas de la lucha, Hela?

Hela sonrió de manera sutil, su mirada intensa fija en Elysia.

Hela: La lucha es lo que nos mantiene fuertes, Elysia. La debilidad es para aquellos que temen enfrentarse a su propia oscuridad.

Elysia frunció el ceño levemente, pero luego suspiró.

Elysia: A veces creo que hay más en la vida que la batalla constante. ¿Nunca has deseado algo diferente?

Hela detuvo su entrenamiento y se acercó a Elysia con gracia.

Hela: ¿Diferente? No necesito nada más que el poder y el control. Pero tú... tú eres diferente.

Elysia sonrió, sintiéndose más cerca de Hela de lo que había imaginado.

Elysia: A veces, creo que incluso los dioses deben descubrir algo más allá de la guerra. ¿No sientes curiosidad por algo diferente?

Hela la miró fijamente, su expresión se suavizó por un instante antes de volver a endurecerse.

Hela: La curiosidad es para los débiles. Pero estoy dispuesta a compartir este momento contigo.

Ambas continuaron entrenando, pero la complicidad entre ellas se fortalecía, creando un lazo que trascendía la mera guerra y conquista.

En medio del entrenamiento, Hela y Elysia quedaron atrapadas en una proximidad intensa. Hela, con un giro elegante, dejó caer su espada y sujetó suavemente el rostro de Elysia con una mano. Las chispas de la batalla aún ardían en sus ojos, pero algo más ardía en ese momento.

Hela: La lucha puede esperar un momento.

Elysia se encontró cautivada por la intensidad de los ojos de Hela. Sin decir una palabra, Hela se inclinó y selló el momento con un beso suave pero apasionado. Elysia sintió cómo el tiempo se detenía mientras se entregaba al beso.

El suelo de batalla se transformó en un escenario para la conexión más allá de la guerra. La dualidad de Hela, entre la diosa de la muerte y la mujer que compartía un beso, creó un eco de vulnerabilidad en el corazón de la batalla.

Después del beso, Hela retrocedió, su expresión volvió a la frialdad habitual, pero sus ojos revelaban una grieta en su coraza.

Hela: No permitas que esto te haga olvidar quién soy.

Elysia, con una sonrisa juguetona, respondió:

Elysia: No te preocupes, Diosa de la Muerte, solo estoy recordándote que incluso tú puedes encontrar placer en medio de la guerra.

Y así, entre risas y miradas compartidas, continuaron su entrenamiento, cada vez más conectadas de una manera que trascendía los límites de Asgard.

Durante la intensa pelea, un momento de descontrol llevó a que Hela, en un movimiento rápido, lastimara a Elysia más de lo previsto. Elysia, con un gemido de dolor, se llevó la mano al área afectada, sintiendo la intensidad del golpe.

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