Rubí

766 54 132
                                    

La luz del día ingresó por el cristal de la ventana, cubierto apenas con unas cortinas delgadas y oscuras. El primero en despertar fue Stolas quien, aún desnudo, se acurrucó en su lugar en la cama y se cubrió insistentemente con las sábanas. Abrió sus ojos brillantes y carmesí levemente y contempló el rostro de Blitz muy próximo al de él. Ambos perdieron un poco la noción del tiempo, quizá habían pasado un par de días desde que llegaron al hogar del imp.

Stolas recordó el motivo por el cual su mente era una nebulosa indescifrable: Blitz lo montó sin parar y solo se detenían cuando era demasiado para su cuerpo. Dormían plácidamente y cuando despertaban, volvían a hacerlo. Un ritmo frenético que no parecía tener un final.

El príncipe observó las plumas de su propio cuerpo dispersas en toda la cama y algunas sobre el cuerpo de Blitz. Él también debía estar cansado luego de hacerlo tantas veces y casi no dormir. El extraño efecto de Asmodeus en su anatomía había convertido a Stolas en un animal salvaje e insaciable. De hecho, no se sentía satisfecho del todo aún. A pesar de eso, reconocía que necesitaba descansar porque sus caderas y ciertas zonas de su cuerpo estaban adormecidas y adoloridas luego de intimar por tanto tiempo.

Su plumaje volvió a brillar y sus ojos habían recuperado vida. Se preguntaba por cuánto tiempo se sentiría así de estable. No era solo por aquella magia, era porque estaba con el amor de su vida. Envolvió a Blitz con las sábanas y se le quedó mirando por unos momentos, apreciando ese rostro tranquilo al dormir. Tan cargado de paz a diferencia de cuando estaba despierto.

Sin embargo, Stolas mostró una expresión aturdida al ver como surgían lágrimas de los ojos cerrados de su pareja. Parecía sufrir en un sueño, lloraba en silencio y solamente apretaba las sábanas con su mano mientras se acurrucaba fuerte.

—Mamá...

Stolas sujetó su mejilla con mucho cuidado al escucharlo murmurar. Secó una gruesa lágrima que corría por su piel con su pulgar y luego lo abrazó y lo estrujó contra su pecho. Lo envolvió entre sus largos brazos suaves y el hermoso plumaje alborotado de su pecho lo recubrió de calor de una una sensación cálida y sincera. El gesto solo le otorgó satisfacción a Blitz, quien se aferró a su cuerpo y escondió su rostro en su cuello al mismo tiempo que envolvía su cola contra los muslos del contrario.

Stolas volvió a cerrar sus ojos, ambos volvieron a dormir por largas horas hasta que el anochecer volvió a llegar.

Había tantos sentimientos que no conocía de Blitz aún.

La cola del imp se deslizó por toda la cama, abrió sus ojos algo despacio y parpadeó al sentir que estaba durmiendo contra el pecho de Stolas. El búho lo sintió moverse y percibió el brillo dorado de su mirada, abrió sus ojos igualmente y lo acomodó entre sus manos con una sonrisa dulce.

—Buenas noches, Blitzy —saludó Stolas con cortesía. La luz de la luna llena llegaba por fuera del ventanal y aquel brillo blanco lo cargaba de mucha energía y calma.

Blitz, en cambio, se asombró ante el paso del tiempo en un mal sentido. Habían pasado días enteros y ellos se dejaron llevar de tal manera que había olvidado cualquier tipo de responsabilidad o cualquier cosa que tuviera que ver con trabajo.

—¿Cuántos días han pasado? —se levantó de su lugar y soltó a Stolas, se colocó unos jeans negros demasiado apresurado y mirando hacia todas partes—. Mierda, se supone que hoy iría a ver a Millie y Mox para mantenerlos al tanto. ¿Dónde dejé mi-

Blitz se apartó de una forma algo brusca y desconsiderada por el aprieto. Sintió que cuando se alejó de la cama, una mano le sujetó la muñeca desde atrás. El búho lo apretó fuerte y no lo dejó irse.

You are loving Donde viven las historias. Descúbrelo ahora