Luna roja de despedida

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Bajo la despejada luz de la luna llena... Blitz pudo visualizar a Stolas a lo lejos. Estaba de pie, esperándolo con sus ojos rojizos y luminosos. Sin embargo, vestía ropas casuales y no llamaba la atención como miembro de la realeza. La preciosa luz marcó su silueta delgada, al igual que las luces violáceas del escenario.

El imp no pudo evitar notar su semblante extrañamente solitario. Llegó hacia él, quedaron cara a cara y, en respuesta, el principe le sonrió con amabilidad y ternura.

—Siempre tarde, aunque no me sorprende. Es característico en ti.

Blitz se alarmó un poco al escucharlo. A pesar de que la música era fuerte, estaban lejos de la multitud y de la banda. Podían oírse a la perfección. Al ver el rostro de Stolas, notó un cansancio particular y diferente. Le desvió la mirada y se cruzó de brazos sin intención de preguntar porque, en definitiva, no era algo de su incumbencia.

—Como es luna llena, supongo que me entregarás el libro y me llevarás en limusina —habló Blitz sin rodeos—. ¿Esa era la gran sorpresa?

No obstante, el ave le negó lentamente. Apartó de su abrigo un trozo de una piedra preciosa, brillante y vivaz. Cubrió el brillo con sus delicados dedos para que no llamara la atención y la extendió un poco hacia Blitz, quien giró su rostro inmediatamente hacia el cristal y quedó el shock al reconocer que era la misma clase de mineral que utilizaba Barbie para transportarse al mundo humano.

—¿Qué mierda...? Stolas... ¿De dónde sacaste esto? —el imp lo miró a los ojos sin comprender que era lo que sucedía, el más alto le volvió a sonreír con tristeza y no ocultó sus intenciones.

—Es para ti, lo conseguí solo para ti —sostuvo una de las manos de Blitz y le entregó el cristal, cerró su puño y le regaló la piedra—. Ya no necesitas mi Grimoire. Incluso esto es legal y seguro para tu negocio.

—¿Qué está mal contigo? —volvió a reprochar Blitz con una mezcla de sentimientos inexplicable, más que nada escepticismo y desconfianza— ¿Tienes idea de lo que vale? ¿Por qué me lo das? Si no me conocieras, lo tomaría y jamás regresaría.

—Bueno, creo que con esto puedes hacerlo. ¿No es así?

Blitz abrió sus ojos consternado. La sonrisa insegura y dolida de Stolas solo le indicaba que estaba diciendo algo que en realidad no quería decir. ¿Por qué hacía todo eso entonces?

—No te entiendo —afirmó el más bajo apretando el cristal con perturbación y enojo, agachó la cabeza y ni siquiera supo cómo formular los cuestionamientos que invadían su cabeza.

—¿Simplemente... te estás burlando de mí como lo has hecho todo este tiempo? —Blitz no se dio cuenta de lo jodidamente alterado que estaba sonando al hablarle a Stolas, no controló en lo más mínimo su temperamento y se llenó de la más pura desconfianza y crueldad que alguna vez pudo tener—. ¿Quieres presumir que tienes el poder aquí otra vez? ¿Crees que voy a pensar que lo haces gratuitamente?

Alzó la mirada hacia Stolas y extendió su mano hacia él, queriendo devolver ese cristal con una verdadera expresión de molestia y odio.

—No lo quiero si tengo que pagar por ello. Es lo mismo que el libro. Es igual.

—Te estoy diciendo que es tuyo —reiteró el principe entrecerrando sus ojos con calma y seriedad—. Y voy en serio.

—¿Okey? —ironizó el más bajo con sarcasmo y luego lo señaló sin miedo—. Entonces necesito que me expliques qué carajo pretendes con esto.

—Es sencillamente lo que parece. Es muy fácil de comprender —respondió el principe frunciendo el ceño con nada de paciencia. Perdió los estribos por sentir esa ofensa, esa desconfianza tan atroz e hiriente—. Es tal y como lo ves frente a tus ojos, no hay ninguna vuelta extraña o intenciones dobles. Es solo esto, Blitz. Ya no quiero verte.

Se quedaron callados por unos instantes. Blitz sintió angustia y un quiebre dentro de su pecho... Era la primera vez que Stolas lo hacía sentir así, era la primera vez que lo hería. No había rastro de dudas o mentiras en sus palabras, pero no quería creerlo. No podía entenderlo. Es decir, si podía... Pero no quería hacerlo. Blitz reaccionó de una manera estúpida e irracional, volteó su rostro a un costado y ya no pudo ver los ojos tristes de Stolas otra vez. Su propio dolor lo dejó ciego.

—Oh, ya veo —comenzó a decir el imp al comprender lo que sucedía bajo su propia percepción de la realidad—. Conseguiste a alguien mejor. O simplemente hay algún otro tipo de clase baja que tiene la verga más grande que la mía.

Lo siguiente que sintió fue incluso más potente que cualquier tipo de insulto o humillación.

Stolas le volteó el rostro de una bofetada. Blitz jadeó de la sorpresa y entonces tembló ante el dolor y el terrible ardor de ese golpe. Lentamente, llevó su mano a su propia mejilla y se atrevió a mirar a Stolas a los ojos por última vez. Nunca podría olvidar ese rostro y esa expresión llena de decepción y desprecio.

No, no era solo eso. Stolas tenía sus ojos llenos de lágrimas y las estaba reteniendo con mucha fuerza. Estaba luchando para verse duro, fuerte e imponente. Pero se estaba quebrando frente a Blitz y casi no podía respirar o hablar debido a eso.

El imp se quedó allí, de pie y solo mientras observaba como el principe se daba la vuelta y se marchaba. Stolas se fue... Y lo dejó allí, solo, en medio del césped y escuchando la música de fondo del recital.

No podía procesarlo. No quería entender el hecho de que había sido abandonado de nuevo. Y era su culpa por ser un gran imbécil egoísta, pero... ¿Por qué dolía como si de verdad le importara algo que no fuera el libro? Si ya tenía la posibilidad de ir al mundo de los vivos con el cristal, ¿Por qué tendría que preocuparle algo más?

Casi por reflejo y como si estuviera muerto en vida, sacó el celular de su bolsillo y le marcó. Estaba tan atónito y en shock que no sabía cómo reaccionar. Tampoco sabía si recibiría una respuesta. Llamó una y otra vez... Al principio era cortado sin atender, pero las siguientes veces el tono solo marcaba interminables veces.

Hasta que Stolas atendió.

—No quiero esta maldita piedra —dijo Blitz con una voz temblorosa y totalmente tensa—. Iré a devolvértela. ¿Dónde estás?

El silencio invadió la línea... Blitz cerró los ojos y apretó sus párpados. En toda su estancia con Stolas fue una perra grosera y cruel, pero necesitaba al menos arreglar esa última vez si es que realmente era la última vez. No quería volver a romper algo... No quería volver a sentir que lo había arruinado todo y que era imposible de remediar, cómo con Barbie, como con Verozika, como con Fizzarolli.

—En... Mi limusina —tembló y susurró la voz desde el otro lado de la línea—. En el estacionamiento al frente.

Blitz sintió las luces del escenario. Eran verdosas y espléndidas, lo iluminaron todo. La canción se volvió alegre y real. Cuando enfocó su atención sobre las luces, Iron ya se había retirado.

Fizzarolli junto a Asmodeus eran los protagonistas, eran los que cerrarían el final de ese recital. Los fuegos artificiales azules y verdes rodearon el escenario, Fizz se trepó sobre los hombros de su pareja y se sentó sobre el costado de su cuello. Él brillaba con esa gran sonrisa y con ese intenso carisma que era más fuerte y agradable que cualquier astro sobre la tierra.

Blitz lo observó atento, embelesado y conmovido ante la manera en como le sonreía a Asmodeus. La manera en como tenían una conexión tan sincera, transparente y hermosa. Un pecado, un demonio de la realeza con un imp que se crió junto a él.

Recordó las palabras de Fizzarolli cuando estaban en esa celda y entonces lo comprendió. Pudo entender la razón por la cual Asmodeus y él podían amarse de esa manera, sin miedo o arrepentimiento.

"No todos son iguales. No siempre es así."

Blitz le dio la espalda al escenario. Sus pasos apresurados se volvieron trotes y luego se encontró a sí mismo corriendo entre la multitud. No era demasiado tarde... Aún podía remediarlo, aún podía intentar arreglar lo que fuera que sucedía. Aún podía escuchar lo que Stolas tenía para decirle.

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