33. "No quiero que se vaya..."

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La tierra labrada en aquel entonces estaba ya lista para poner las cosechas. Las mujeres se ponían a charlar y a juntar cada cosecha de azúcar muy lejos del Palaciego, en también en un pastizal, antes de que el crudo invierno llegara porque las fechas gélidas regresaban a su paso. 

Imponían sus conocimientos al momento de apalear las cañas en los huertos. Después de unos largos días, se detuvieron un instante después de terminar la tarde la mayoría de mujeres. La cosecha estaba finalizada hasta el fruto de la primavera.

El día comenzaba con unos últimos rayos del sol, y una jovencita de la servidumbre corría hacia los jardines, donde se hallaban la mayor parte de mujeres. Su emoción era gigantesca y cuando se detuvo, tomó aire y exclamó dichosamente.

⎯¡La princesa ha vuelto!

Las mujeres alabaron con impresión y sonrieron.  Soleil  tomó a su hijo y echó una mirada hacia Beatrice, teniendo una expresión en calma.

Cerca de ellas se encontraba la de rizos amarillos, despojando la misma tarea de la demás, cañas de azúcar y granos sucumbiendo su tiempo. Tenía amarrado su abultado cabello ondulado en su característico pañuelo, sin embargo, cuando alzó la vista para aludir a la misma noticia, había quedado inmóvil y muda.

⎯¿Su Majestad…? ⎯murmuró.

⎯La princesa Cristina María , por supuesto ⎯contestó Soleil.

La mujer bajó los hombros y finalmente, sonrió.

 “Su Majestad volvió…” 

⎯¡Continuemos! ¡Continuemos! ⎯se apresuró a decir Beatrice, haciendo que todas se rieran y cuchichearan entre sí.

Soleil le dio un bocado pequeño de unas uvas a su hijo y esperó a que fuese con los demás niños para acercarse a la mujer.

⎯¿Por qué no vas tú al salón? 

⎯¿Eh? ⎯respondió ella con rapidez. Casi respingó.

⎯Sí, claro. Así puedes averiguar más sobre Su Majestad ⎯Soleil  incitó al mismo tema, disimulando su sonrisa. Tomó los granos y empezó a trabajar⎯. Has estado desde hace varios días aquí en la cocina. Vienes aquí en la mañana y sales directamente hacia la llanura,  o te vas al huerto con las demás. Pues, en realidad ya no te he visto por la sala principal. ¿Acaso te pasa algo, Charlotte?

La mirada de sus ojos grandes y negros se alzaron nuevamente, y de repente brillaron. Bajo la luz de la cocina y los murmullos, ella zafó una risa y suspiró.

⎯No ha de pasarme nada a mí, ¿Cómo crees? ⎯respondió.

⎯Porque es extraño. Es como si evitaras algo…⎯Soleil  tarareó y le sonrió después⎯. O a alguien…

Charlotte se sacudió por el hastío. Las palmas se expandieron sobre la mesa.  

⎯Me estás insinuando cierta cosa ⎯Charlotte tomó la canasta y se preparó para alzarla⎯. Y no pretenderé escuchar tus insinuaciones.

⎯Yo solamente digo que estás pasando por algo.

⎯Yo n-no ⎯Charlotte tartamudeó con enojo⎯,  no estoy pasando por nada. Es más, ni siquiera me había dado cuenta de lo que has dicho. Bonjour, madame. Iré primero que tú. 

Soleil aplacó sus gestos con una sonrisa.

⎯Atraviesa primero el umbral de la puerta, y cuidado con la mirada hacia abajo. Podrías tropezar.

Charlotte por fin daba una sonrisa y pasaba por su lado, murmurando cierta cosa que a Soleil  le sacaba otra risa. 

A la postre, Charlotte salía con su canasta directo al otro lugar donde se prepararía. 

Por Estas Calles De París © COMPLETA [BORRADOR SIN EDITAR]Donde viven las historias. Descúbrelo ahora