57. Enemigos en las sombras

12 4 1
                                    

Viviane tomó unas cuantas canastas para llevarse y Charlotte también. Había salido hacia París. El recuerdo no es que se haya ido pero volvían cada cuanto querían o necesitaba el corazón, pero la mente era quien la hacía moverse de incomodidad cada vez que recordaba todo lo que sucedió el día anterior.

Fitzwilliam tenía un día de haberse ido. 

El regreso a la ciudad no tardó en llegar. Y Viviane fue la primera en entrar en la casa que tenía en París en la calle Petit Lion.

Charlotte entró a dejar su canasta y se percató de que el cuarto estaba bien acomodado. Tenía candelabros, estantes de librerías, mesas de noche, e incluso ramos de hojas. Tan acogedora se veía aquella habitación, incluso con el bañado de rojo de las paredes, que tuvo Charlotte que llamar a Viviane. 

⎯¿Qué es esto tan bonito? 

Y se acercó para oler el ramo de flores.

⎯No podemos hacer cosas aquí sino se tiene el mismo recuerdo del Festival ⎯le respondió Viviane⎯. Son puras rosas, tal como te gustan. 

Rose ⎯pronunció ella con suavidad⎯. Adoro ese nombre.

⎯¿Nombre? ⎯le preguntó Viviane⎯. ¿Para quién?

⎯Oh, bueno, no sé ⎯se encogió Charlotte de hombros y se alzó de oler las rosas para mirarla y sonreírla⎯. Lo he adorado siempre. 

⎯Es muy hermoso ⎯dijo Viviane, tomando su mano cuando Charlotte se la estiró⎯.  Estoy tan feliz de que estamos las dos aquí de nuevo.

⎯Aunque todo está muy cambiado ⎯se echó Charlotte a reír y le apretó las manos⎯. Y tan hermoso que está todo esto. No dudaremos en hacer nuestras cosas aquí. También estoy feliz de estar aquí, amiga mía.

Viviane la abrazó y las dos apretaron sus cuerpos con calidez.

⎯No era lo mismo sin ti.

⎯Pero feliz de estar devuelta ⎯se alejó justo cuando miró la gran cama que yacía en el medio del cuarto, acolchada de algunas mantas blancas⎯. ¿Y eso?

⎯Por si algunas de nosotras nos quedamos en París ⎯le respondió Viviane⎯. Además queda linda con la habitación. 

⎯¿Cuánto te costó, Viviane? 

⎯No hablemos de precios ⎯se sonrió ella⎯. Este es mi favorito más que el de al lado. Podemos venir cuando queramos.

⎯En tal caso y si posible ⎯le contestó Charlotte, también riéndose⎯. Pero ¿quedarme yo en París? ¡Jum! No lo creo. 

⎯Lo mismo digo.

Las dos compañeras volvieron a salir de lugar para entrar a la otra sala, acomedida y acogedora como siempre lo era. 

Dentro de poco comenzaron a contar sus cosas. Y cuando volvieron a dejar el lugar para ir justo a la floristería, madame Metpont las recibía con agradecimiento. Hace tanto que pedían de sus alfarerías, y más cuando llegara la primavera.

⎯¡Has vuelto, Charlotte! ⎯expresó cuando la vio llegar⎯. Ahora sí que me has salvado la vida. 

⎯Y usted la nuestra. Desde tiempos inmemorables ⎯les dijo Charlotte con una gran sonrisa⎯. Y ahora que lo sabe, no olvide que los arreglos son nada más que felicidad para nosotras.

⎯Y qué bellos jarrones ⎯decía Metpont al mirar la cerámica⎯. Es pura belleza. Es que incluso la esposa del duque ha visto esto y no ha dudado en decir que quiere cada uno de estos en su morada.

⎯¡Cristo Bendito! ⎯se regocijo Charlotte en saberlo⎯. Eso sí es una gran noticia. Pero es así. No dude ya en pedir esto. 

⎯¡Es así! ⎯dijo Viviane.

Por Estas Calles De París © COMPLETA [BORRADOR SIN EDITAR]Donde viven las historias. Descúbrelo ahora