4. El Circo De Los Pobres

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Charlotte había aplaudido y había silbado.

Las bailarinas ondeaban sus banderitas y el tambor, al fondo, resonó otra vez, contento.

Pontmercy finalmente sonrió, viendo a Giselle y se dejó abrazar por el trapecista joven.

El Circo volvió, recobrando su sensación volátil.

Cuando estaban todos juntos, sentados, tomando más caldo, fue el titiritero quien alzó la voz.

⎯¿Mañana, eh? ¿No sería placentero? ⎯gritó.

Pontmercy negó.

⎯¿Te parece placentero a ti, bufón?

⎯Pues, sí. Delante del rey Luis, cómo no.

⎯Ni se te ocurra mirarlos a los ojos...⎯susurró el Gran Feriado. Quería asustar⎯. Podrá comerte con ese peluca.

⎯ ¿Lo has visto acaso? ¡Embuste! ⎯lo señaló el titiritero.

⎯ Oh, sí. Oh, sí ⎯asintió el Gran Feriado con mucha osadía⎯. Por ahí, en los caminos...

⎯ ¿Cuáles? ⎯exclamó él.

⎯ En los caminos del puerco...⎯dijo el Gran Feriado.

⎯ ¡Eso no existe!

⎯ ¿Ah? Es verdad, sí...⎯volvió a decir el Gran Feriado, como confundido. ⎯ ¿Pero no existe acaso?

El Gran Feriado palmeó.

⎯ Venga, que el único puerco eres tú, ¿Qué no notas?

El titiritero le lanzó un monigote de madera.

⎯ ¡Que yo lo veo todo!

⎯ ¡Que yo lo veo todo! ⎯repitió el titiritero, furioso.

El Circo rió.

Charlotte también lo hizo, carcajeando con fuerza, luego se tragó de un tirón el caldo, y sintió estremecimientos.

Cuando pudo notar que Giselle y Pontmercy estaban sentados cerca, consiguió frescura después de las plegarias. Le dolieron las manos, rogativas en ese instante. Charlotte dijo, sosegada.

⎯ ¿Ya habían pasado por el puerto? ⎯de rodillas, ella abrazó su cuerpo.

⎯ Unas cuantas veces. Ahí encontramos al trapecista niño ⎯Pontmercy contestó, recordando.

⎯ Es un gran niño...⎯Charlotte lo contempló, acogedora.

⎯ Y quisquilloso ⎯respondió Giselle. Viviane la miró de pronto.

⎯ ¿En las calles del recorrido? ⎯Ángelo quiso saber. Estaba sirviendo más caldo a Pontmercy⎯. Su acento.

⎯Precisamente ⎯respondió el otro⎯. Muy risueño, también.

⎯En el puerto, ¿Podría estar...? ⎯comenzó Charlotte.

⎯Maraleya ⎯terminó Giselle. Mirando a Charlotte, entrañable⎯. Sí.

⎯¿Cómo está ella?

⎯ La vi dentro de la iglesia Mariconde. Se volvió comadrona, en la mejor bendición.

Charlotte se echó para atrás, soltándose de su abrazo, meciéndose. Se aliviaron un poco. Como cuando se oía que una becerra dio a luz, o el pastizal floreció desde el encanto, el alivio estaba desplegando su espíritu. En su mirada, iluminada pese a estarlos negros, yacía un sereno encanto. Sus mejillas ahora estaban coloradas. Desde su sentimiento, espléndido e iluminado, los ojos templados de Charlotte estaban pensativos pero alegres.

Por Estas Calles De París © COMPLETA [BORRADOR SIN EDITAR]Donde viven las historias. Descúbrelo ahora