43. El corazón habla por sí solo

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Las piernas dieron un paso hacia atrás. Sus ojos negros que ya se abrieron comenzaron a crear una expresión de pasmo.

Y los ojos que la veían tenían otro sentido que logró comprender, y lo hizo aún más cuando Santos inclinó su rostro mientras sus ojos relucieron en su dicho que dejaron a la mujer pasmada.

⎯La llevaré a ver a sus hijos.

Volvió a repetir.

⎯¿Cómo puede ser eso posible...? ⎯a Charlotte se le fue la voz y se acercó hacia él con rapidez. Aguantando la respiración conservó el aire y el recuerdo del Festival, en donde esperaba su familia y sus niños, acorraló su sensibilidad y sus labios temblaron⎯. ¿Puedo ver a mis hijos...?

Santos movió la cabeza para asentir.

Y Charlotte se tomó del pecho con diligencia.

⎯¿Me dejaría ver a mis niños, señor...?

Santos esperó un momento. Porque la contemplaba ensimismado, por su expresión acongojada que le tomó momentos para cerciorarse que no quería volver a ver la preocupación en sus mohines delicados y vueltos a la ternura cuando pensaba en sus hijos. Y si podía para darle esperanzas a la mujer que sollozaba por aquel deseo que anhelaba cumplir, lo haría.

⎯Deme su mano ⎯le pidió.

Charlotte se quitó la palma de su pecho y miró a quien esperaba por ella.

Sus dedos se deslizaron por los guantes de cuero que estuvieron fríos al instante. El toque se volvió fuerte. Sus dedos la ciñeron.

⎯No se aparte de mí.

Y Charlotte alzó su rostro para divisar el sendero que tomaba la expresión de aquel hombre. Sintiéndose en el mundo que no tenía ni noche ni días, que estaban siendo contados, se preparó a recibir una ojeada por su parte. Sus grandes ojos negros lo tomaron y no volvió apartar la mirada.

⎯No lo haré...

Murmuró.

El silencio fue un momento espectador hasta que Forastero empezó a caminar por el tirón de su próximo cabalgador. Sus pezuñas se movieron sobre el piso de la asfalto con medias tierras y se detuvo cuando así se lo pidieron.

Charlotte contuvo la respiración mientras miraba los utensilios que se usaban para montar al corcel estaban siendo puestos en el lomo y en la boca del desnudo caballo. Se acercó y puso su palma en el pelaje negro que al instante tensó los tirones del cuerpo con el tacto. Y se volteó a verlo.

Santos miró a la salida del establo al oír los murmullos que se tomaron lejos de los lugares. Se había quitado la casaca marrón y su blusón blanco sólo fue acompañado por el calzoncillo y las botas del mismo cuero de sus guantes. Aún así palmeó a su corcel antes de subir la mirada y encontrarse con la mirada de Charlotte.

⎯No tenemos mucho tiempo ⎯dijo y con otro movimiento ya se había subido al lomo de su animal. Y Charlotte se apresuró a ir junto a él. Nuevamente, le entregaba su palma⎯. Es hora de partir, señorita.

Charlotte se subió la falda con una mano y con otra tomó el antebrazo de Santos para darse fuerza. Un empujón y tomó aire. Con la agilidad y la fuerza que le lanzaron las piernas llegó a sentarse. Una pierna de cada lado y no le preocupó tomar la espalda que nada dejaba ver del paisaje para acomodarse. Botando el aliento que se sintió caliente, miró el perfil del Santos que se giró para observarla.

⎯Debe estar aquí antes del amanecer ⎯dijo.

⎯Así será ⎯respondió Charlotte, y luego tomó las parte de su falda para recorrer la mano sobre la parte trasera de la montura⎯. Estaremos aquí antes del amanecer.

Por Estas Calles De París © COMPLETA [BORRADOR SIN EDITAR]Donde viven las historias. Descúbrelo ahora