78. Unidos en cuerpo, mente y alma: sé mi esposa

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⎯¡Oh! ¡Qué lástima! Pero ya tengo que partir.

Expresó Madame Bremurie al acercarsele

Las mejillas estaban coloradas, claramente por el énfasis que había hecho sobre su hija, y sobre lo correspondido hacia los sacrificios por los infantes. Una vez retomó Charlotte la sonrisa se inclinó con dulzura hacia Madame Bremurie.

⎯¿Tan pronto se va? ⎯preguntó Charlotte.

⎯¿Recuerdas que te dije que hay cosas que salen muy mal? ⎯Madame Bremurie alzaba sus manos para despedirse de los pequeños gemelos en su lugar⎯. Tengo que buscar la forma de enmendarlo, o si no todo será en vano y nada quedará.

⎯Ojalá pudiera tenderle las manos que necesite, no dude en pedir mi ayuda si así lo requiere, mi señora ⎯ambas se tomaron de las manos. Madame Bremurie asintió.

⎯Sé que puedo contar contigo, querida ⎯expresó⎯. Es más, tal vez eres la única que puede ayudarme.

⎯No he escuchado mejor oración que aquella ⎯sintió Charlotte la severidad de sus palabras⎯. Dígame entonces.

⎯Te lo diré después, ahora, espera al Padre y manifestale mis deseos y mi bendición, pero he ya de marchar ⎯se acercó para abrazarla⎯. Cuídate mucho, ¿De acuerdo? Tienes que ver hacia todas partes.

⎯Eso haré.

⎯Quiero creer que hay razón para esa sonrisa ⎯señaló Madame Bremurie su encantadora sonrisa.

⎯Oh, si supiera ⎯se encantó Charlotte de contarle⎯. Quiera Dios que lo que siento no me haga nublar los pensamientos, pero una vez le comenté que yo no soy francesa. Creo que pronto podré cumplir el sueño libre de irme a mis tierras.

⎯Tus tierras ⎯pronunció Madame Bremurie⎯. Tus hermosas tierras.

Se ruborizó Charlotte, aún seguía Madame Bremurie tomando su mano.

⎯Las costas de España, o más allá, en su corazón ⎯y quedó satisfecha en contárselo.

Madame Bremurie inclinó el rostro y acarició su mejilla, tal cual hubiese sentido que parecieran madre e hija en acto tan benévolo. 

⎯Entonces que se te cumplan ⎯deseó con fervor Madame Bremurie⎯. Nos volveremos a encontrar ⎯empezó⎯, y me terminarás de contar ese sueño.

⎯Vaya con Dios, mi señora. Que el Padre bendiga su camino.

Exclamaba Charlotte llena de gracia hacia la misma mujer que destilaba el mismo corazón. 

⎯Así ya ha hecho ⎯se despidió la señora⎯. Ya se apiadó de mí, ya ha comenzado a tenerme misericordia.

Con una bella inclinación dio pasos hacia atrás Madame Bremurie y desapareció ante la luz que significaba la entrada de la catedral.

 Un momento después era gratificante escucharle decir los buenos consejos, la buena gracia que desprendía aquella mujer.

Era buen momento entonces para rezar mientras aparecía el Padre. No es que haya sido crédula a no memorizar en los detalles contados por Miriam, Bendito sea Dios que aún no sostenía la respuesta. 

Cuando estaba sola con sus pequeños era donde podía pensar con claridad. Las palabras de Miriam habían llegado a su paralizado corazón: Émile.

Charlotte ni siquiera podía ocultar el sentimiento que le producía el sólo imaginarlo. 

¿Creerle a Miriam? Claro que le creía.

El nudo en la garganta la recorría el temblor de la desesperación. 

Por Estas Calles De París © COMPLETA [BORRADOR SIN EDITAR]Donde viven las historias. Descúbrelo ahora