54. Herido

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La misma sensación una y otra vez, sin prestarle atención al ruido de la algarabía de la multitud frente suyo. Aquellos ojos sin ganas veían el alrededor. 

 Sin conocer la realidad, de la que mucho tiempo parecía tanta incertidumbre, se comprometió a callar y escuchar sobre los sonidos del salón. 

Sus cuencas eran sólo ventanas vacías, sin ganas, cansadas, repletas de agotamiento...sin vida...

Mayor fue la intensa mirada que recibió por los alrededor cuando volvió a poner la mirada en aquel hombre anciano, flaco, desnutrido, pómulos sin carne ya y el temblequeo de las manos atadas delante suyo.

 El estruendo de las personas alrededor se calmó cuando dijo que revisaría los papeles entregados para dar finalmente con un veredicto final. 

Apenas decía una palabra porque sus ojos estaban perdidos en algún lugar.

Pero qué otra cosa decir. Cuál mentira daría ahora. ¿Cuál sería su otra falta a la grandeza de una justicia firme y buena? ¿Cuál sería su tortura ahora? 

El estrado frente suyo le pareció banal, sin importancia. Como nunca antes quiso volver a su asiento y desaparecer de este asunto que ya lo volvía loco de cansancio.

Controlar los impulsos le costó más de una exhalación y aún recordaba las palabras dichas por Pierre, hace un par de momentos atrás. El señor Laforcarde le hizo la misma pregunta porque parecía entender aquella inexactitud.

⎯¿Me está diciendo que están acusando injustamente a ese hombre? ⎯le había dicho el señor Laforcade cuando terminó de oír sus palabras.

⎯¿Por órdenes de quién, señor? ⎯se atrevió Pierre a preguntar.  Lo había seguido después de ordenar que se le diese el tiempo requerido para elegir la decisión sobre el destino de aquel hombre.

⎯Es orden de Su Eminencia ⎯respondió. Dejaba la carpeta en la mesa. Hizo un movimiento de negación con la cabeza⎯. ¿Qué me está pidiendo acaso...?

El señor Laforcade también hizo un mohín desaprobatorio.

⎯No es que esto no puede ser ⎯dijo rápidamente⎯.  Es falta a nuestras acciones. ¿Qué dirá el palacio de Justicia una vez que se entere de esto? Es una gran falta, señor François ⎯corroboró una vez más las escrituras para darse cuenta que no había verdad ante aquella injuria⎯. ¿Qué quiere decir con que...es una orden? Es que no lo entiendo. ¿Sabe el revuelo que hará toda esa gente una vez sepa su veredicto? ¿O la ciudad...se enteré que usted...? Es hacer un juicio sin tener pruebas ni testigos. Así, sólo hazlo y ya.

No quiso mencionar el señor Laforcarde aquellas palabras y esperó el momento necesario para volver hablar, más recompuesto.

⎯No tiene por qué hacerlo ⎯dijo el señor Laforcade.

⎯El ministro exigirá una explicación ante la falta de precepto ⎯comentó Pierre, observando a su señor que continuaba taciturno a lo que ocurría, casi ido, mirando un punto del rincón.

⎯Bueno, claro que sí. Se le dirá la razón más obvia ⎯dijo el señor Laforcarde y volvió a mantener la mirada otra vez sobre a quien se dirigió con atención⎯. No podemos medirnos contra esta cosa. Ya me ha mandado dos veces lo mismo, y lo mismo que está haciendo usted lo hice yo. Se cuestiona la integridad de esta ciudad, y el procurador nos impide ejercer con honor. ¿Quiere acaso que estalle una guerra civil?

⎯Basta con hacer lo mismo. Podemos hacerlo una vez termine con esto ⎯mandó a llamar a Pierre y éste respondió⎯. Haré lo que tengo de hacer y recitarás una carta para mandarla al gobernador. Dirás que es urgente que lo vea personalmente.

Por Estas Calles De París © COMPLETA [BORRADOR SIN EDITAR]Donde viven las historias. Descúbrelo ahora